miércoles, 20 de abril de 2011

Nocturne Preludio 48 no 1 en C Menor



- Se acabó...

Susana, una joven de diecisiete años, de bello pelo castaño, ojos marrones y sinceros, y de piel blanca cual copo de nieve, caminaba cabizbaja bajo la lluvia en una calle de Plasencia. Su vida, hasta hace cuatro minutos genial y plagada de felicidad, se vió derrumbada totalmente ver algo que nunca hubiera ni tan siquiera imaginado. Mientras sus lágrimas recorrían sus ojos, mezclandose con las frías gotas de lluvia, no cesaba de decirse lo mismo una y otra vez. Se acabó.

Manuel, un chico de diecinueve años, amigo de la infancia y pareja desde hacía seis años. Hasta hace poco, su mejor amigo, su amado y confidente, su pasión y debilidad.

Susana, como todos los viernes, cansada de los estudios y del trabajo de la tarde, deseaba sobre todas las cosas estar con Manuel. No obstante, según este había argumentado, tenía cuantiosos deberes que realizar, por lo cual Susana se vió, por segundo viernes consecutivo, sola en casa.

Por gracia del azar o quizás del destino, ese día Susana decidió no quedarse en casa a pesar de la tromba de agua que caía desde el cielo. Armada con un abrigo impermeable con capucha, se dispuso a salir de su edificio.

Nadie por la calle (cuanto mejor, pensaba Susana). Solo el ruidito de las gotas cayendo en su gorro, y las pocas gotas de agua que tenían la "mala" fortuna de caer en la comisura de sus finos labios, eran recogidas por su lengua.

Continuó caminando, parándose a ver escaparates de algunas tiendas de curiosos o extravagantes objetos que llamaban su atención. Así continuó hasta llegar a una tienda la cual la frenó en seco y agitó su corazón.

En aquel escaparate se mostraba un bellísimo traje de boda, blanco e impoluto. Susana se preguntó si algún día ella vestiría uno. Se quitó la idea rápidamente de la cabeza. Soy demasiado joven, se dijo, pero... ¡diablos, todas las parejas se hacen esa pregunta, aunque estuvieran juntos desde hace solo un par de semanas!

Tras unos minutos de contemplar aquel majestuoso traje, continuó avanzando en su periplo húmedo. Pensativa y sumergida en sus asuntos femeninos, no reparó en la dirección que tomaba. Para cuando salió de su ensimismamiento, vió que estaba muy cerca de la casa de Manuel. Se le ocurrió la idea de ir a verle, aunque por otra parte no quería molestarle en su estudio, cuando se concentraba en algo, el chico se aislaba de todo lo demás (cualidad que le había hecho ganarse algunas peleas con Susana). Tras mucho meditar, decidió ir, a expensas de una posible bronca por parte de el, pero de igual modo, las ganas de verle eran mucho mayores que el temor a cualquier regañina que le pudiera echar.

Solo tuvo que entrar en la calle para ver su mundo desmoronado. Manuel, su mejor amigo, su confidente, su amado, su pasión, rodeaba con los brazos a otra que, por ironías del destino, era María, la hermana de Susana.

Cuando sus frentes se tocaron, su alma se hizo pedazos. Cuando sus ojos se miraron fijamente, sus ojos lloraron. Cuando sus labios se rozaron, su corazón fue pinchado. Cual estaca inmovil, permaneció allí, dudando entre ir y darle la mayor bofetada que podía recibir en su vida, o irse.

Optó, tras una lucha interior, a irse de allí, deseando estar lo mas lejos posible de la puerta de aquella maldita casa.

- Se acabó... - Se decía sin parar

Continuó vagando por las calles, hasta quedar sentada en unos escalones, bajo la intensa lluvia. Pesada y fría, ya no transmitía el mismo sentimiento que antes, mas bien parecía querer hundirla en el suelo.

- ¡Susana! - Gritó una voz a lo lejos.

- No.... no.... vete de aquí, lárgate.... estúpido, estúpido... ¡estúpido! - Pensó

Tuvo la intención de levantarse e irse, pero sus piernas no le respondían. Y de todos modos, era tarde, el ya estaba de pié junto a ella.

- Susana, yo...

- No, Manuel, no digas nada. Tan solo... no digas nada.

- Pero

- ¡Que no digas nada joder! - Gritó, poniendose de pié y mirandole fíjamente con sus ojos, liberando de golpe toda la rabia y frustración acumulada.

Susana, la cual para nada era una mujer de debilidad física, no pudo hacer nada cuando Manuel la agarró fuertemente de la muñeca. Si hubiera sido otra persona, si no hubiera visto lo que vió, lo habría molido a palos, pero nunca encontrarás fuerza en un corazón herido.

No obstante, con su puño cerrado y un seco movimiento, le propinó un fuerte puñetazo a Manuel en la cara, provocando un quejido de este, el cual la empujó al suelo, impactando con la cabeza.

Tras quedarse unos segundos contemplándola con cara enfadada, se dió la vuelta tras escupir al lado una saliva teñida de rojo. Y allí, Susana se quedó sola, sintiendo como si toda su cabeza fuera oprimida. Sintiendo su corazón latir fuertemente. Impasible ante el dolor de la caída, su cerebro solo podía tratar de imaginar que era un sueño, que en realidad todo esto era un sueño, que era imposible que ocurriera. Y así, una nueva Susana comenzó su camino de regreso a casa.

Aunque Susana "volvió a nacer" aquel día, y a pesar de que los tres años siguientes estarían cargados de dolor y recochineo por parte de su desgraciada hermana, maduró mucho. Comprendió que nunca sabrás de verdad con quien estás. Tuvo, durante muchos años, miedo de encontrar otro Manuel. Tuvo miedo al conocer a David, pues su temor acrecentaba a medida que su corazón iba sintiendo de nuevo. Tuvo miedo cuando les llegó su primer beso, su primera noche juntos, pues en su mente golpearon los recuerdos de aquel que un día arruinó su existencia. Aunque afortunadamente, David se encargó de sustituir esos miedos, poco a poco, por alegría y amor. Finalmente, muchos años después, pudo vestir con aquel traje blanco que había soñado.

Aún hoy a veces, a sus cuarenta y siete años, recuerda a su hermana y a Manuel. A veces piensa que, aunque no hay que agradecerselo, y no excusa el dolor que ya casi ni recuerda haber pasado, se alegra de que aquello ocurriera. Hizo que comprendiera que clase de hombre era, y como superviviente que se consideraba, pudo aprovechar la situación para madurar y seguir adelante. Y quien sabe, quizás de no haber pasado eso nunca habría terminado con David, porque sin duda, como ella afirmaba siempre, esas experiencias te cambian totalmente, y al no ser la misma, quizás no se hubieran fijado el uno en el otro.

Mientras tanto, María y Manuel continuaron juntos muchos años más. Con crisis como todas las parejas, pero continuaron juntos, haciendo creer a la gente que se amaban profundamente, ya que negarlo sería darle la razón a Susana. Y eso es algo que nunca podrán afrontar, el reconocimiento de haberse equivocado.

A ti, mi querido lector, si has pasado por alguna situación así, no te desanimes. No todas las naranjas del arbol saben igual, ni todas están picadas. Quien sabe, quizás pases veinte años solo/a, o quizás toda tu vida, nadie puede saberlo. Pero si eres un/una persona hecha y derecha, te habrás dado cuenta de que tienes que quererte más. Todos nos sentimos solos, si, es inevitable, pero lo importante es tenerse siempre a ti mism@, pase lo que pase. Y si repito, has vivido esto, y si asocias a María y a Manuel a tus dos sujetos de tu historia y te da cierto rencor el hecho de que ellos se hagan los felices de cara a la galería, descuida. Ni eso va a durar para siempre, ni tu vas a estar sintiendo ese rencor eternamente. Llegará el día en el cual ni lo recordarás, a no ser que seas tu quien quiera recordarlo.

Y el día en que tengas a tu recien nacido en los brazos te darás cuenta de que oh, cuan estúpid@ que has sido al desperdiciar tanto tiempo recordando lo que sufriste, en vez de imaginar como sería el momento que estarás viviendo en ese instante.

Una vez más, cuidaos mucho y sed felices. ¡Adios!

PD: Perdón por el tópico de argumento, ya sabeis que detesto usar tópicos, pero este me ha gustado.



domingo, 9 de enero de 2011

Nocturne

Nocturne


Susana, agotada de un duro día de escuela, llegó a casa y tras una relajante ducha, se tumbó en la cama sin cenar, tapándose con sus calentitas mantas. Apagó la luz y se echó en la almohada, cerrando los ojos.

De pronto, podía observar esferas verdes y negras siendo succionadas por otras de distinto color, como un tunel psicodélico. Esfera negra que se come a una verde, esfera verde que se come a una negra, pero su mente seguía cargada de todos los momentos vividos durante el día.

Poco a poco, comenzó a sentir pesar en las extremidades, moverlas le costaba. Lénta, pero contínuamente, su mente comenzaba a expandirse, a relajarse, descargando la tension.

Sabía que estaba en su cuarto, pero al mismo tiempo estaba en una cafetería parisina, en una calurosa tarde de verano. Estaba tomando café con una persona conocida. De hecho, una persona con la cual se llevaba fatal, pero allí estaban, como si lo pasado no hubiera ocurrido nunca, disfrutando del café mientras los ciudadanos paseaban hablando su curioso idioma.

De pronto, comenzó a notar una molestia en la pierna. Algo impedía que se moviese, algo hacía ruído en su pierna, se frotaba con ella. Notaba su existencia en aquel lugar cada vez mas ligera, mas irreal.

Abrió los ojos y se incorporó. Con sus ojos, ya acostumbrados a la oscuridad, miró hacia su pierna, para ver un enorme y barrigudo gato al cual le parecía gustar el relieve que su pierna hacía con respecto al colchón. Con cuidado, lo movió a un lado, dejando sitio libre en sus piernas. Miró con cariño al gato y lo acarició, agradeciéndole el haber estado siempre con ella en los momentos en los que mas compañía necesitaba.

Se tumbó de nuevo, estirando sus ya libres piernas, y dispuesta a dormir de nuevo (rezando para que no la despertara otro de sus gatos). Cerró sus ojos una vez más, y volvieron las esferas verdes y negras, comiendose entre ellas en un ciclo eterno. Lo demás, ya se vería, le encantaba soñar, y poco a poco su cuerpo se relajó, y su mente viajó por múltiples lugares viviendo infinitas situaciones.

Aunque la vida sea dificil, siempre nos quedará la libertad de soñar...

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Sé que no es un texto típico de los mios, al igual que el anterior, pero últimamente apuesto por las historias cortas por dos razones básicas: En primer lugar, nunca termino las historias largas, y en segundo lugar, son las 4:47 de la madrugada, hora de que yo también vea las esferas, ¿no creeis?

El tema también es algo raro, pues surgió de un dilema comentado con un amigo.

- Tengo un dilema, Dani. Quiero escribir, pero también tengo sueño, ¿que hago?


A lo que dicho amigo contestó, en tono de humor, aunque con ingenio:

- Escribe para dormirte

Así que pensé, ¿por qué no escribir lo que me sucede antes de dormirme?

Y de ahí surge este texto. Aburrido, aunque original, pero de cualquier forma, lo mejor que puedo ofrecer a estas horas.

Gracias por haberlo leído, espero que te haya gustado y... ¡buenas noches!


Por cierto, no me llamo Susana,¡ pero esque adoro los protagonistas femeninos!





domingo, 2 de enero de 2011

Fantasie Impromptu


Fantasie Impromptu

Un fuerte viento soplaba en la playa, un viento cambiante. Arrastraba pequeños granitos de arena, de diferente grosor y colores. A lo lejos podía observarse a una mujer, vestida con un largo traje blanco, cuyos rizados y oscuros cabellos ondeaban al son del viento. Era de piel quizás excesívamente pálida, de labios carnosos y rojos. Su nariz era pequeña, de lejos incluso parecería carecer de ella. Pero lo que mas resaltaba de su rostro, sin duda, eran sus ojos. De un azul claro, pero apasionado, aquellos preciosos ojos habían contemplado una infinidad de situaciones. Una impulsiva niñez, una despreocupada adolescencia, acompañada de toda una amalgama de sentimientos nuevos, para proseguir con una ya mas sosegada madurez.

A sus treinta y dos años, Lucy Lest había experimentado todo lo que una mujer de su edad podría desear. Pero su corazón se acababa de enfrentar a un sufrimiento sin igual, la pérdida del ser amado.

Charles Lest, todo un fornido caballero, rompedor de cualquier tópico de la época, había sido un hombre maravilloso. Dirigía un pequeño negocio, un mercado. Vendía frutas y hortalizas, importaba y exportaba productos del extranjero y de su propia cosecha. Cuando llegaba agotado del trabajo, se dedicaba enteramente a su esposa y al piano.

Cuando ponía sus manos sobre el, Lucy se sentía transportada a otros lugares, algunos reales y otros ficticios, pero todos maravillosos. Charles, a pesar de no haber recibido una enseñanza profunda, desarrolló una habilidad a la altura de los mejores. Mientras tocaba, Lucy le miraba fíja y cariñosamente, curiosa de conocer los pensamientos de su amado mientras sus dedos se movían.

Cuando este terminaba, ambos permanecían un buen rato mirandose, sonrientes. Luego Charles se levantaba y hacía un gesto, después de una reverencia, para que Lucy le diese la mano, besándola cuando lo hacía. Léntamente la guiaba hasta la habitación, donde con semejante velocidad le hacía el amor, para después salir ambos, desnudos, a la terraza de su casa, a la afueras de la ciudad, donde todo el bullicio y prisas quedaban sustituidos por cantos de pájaros, frondosos arboles y el sonido del viento. Pero todo aquello había cambiado.

Charles murió en un incendio ocurrido en su tienda. Extraño, sin duda, ya que en su oficio no utilizaba ningun tipo de fuego. Quizás fuera algun tipo de venganza, celos de alguien, pero... ¿Importaba eso ahora?

Se fueron sus abrazos, su dedicación, su amor. Lucy jamás volvería a ser transportada a diversos y mundos bellos gracias al piano. Ahora su corazón estaba lleno de pegajosa y oscura tinta, que parecía impedir que latiese. Sus bellos ojos, que en otro momento hubieran contemplado orgullosos la esbelta figura de su marido, ahora se encontraban secos, incapaces de derramar una sola lágrima más.

La playa solitaria parecía acompañar su sufrimiento, y eso conseguía apaciguarla un poco. Tan solo vió como pasó un hombre alto y pelirrojo por detrás, mirándola fíjamente, aunque ella hizo caso omiso.

Quedó pensativa, con los ojos cerrados durante largo tiempo, hasta que sus labios lograron articular.

- Amor mio, ¿Que he de hacer?

Suspiró, pues sabía que ni siquiera el agitado viento le traería respuesta. Con la cabeza agachada, dió la vuelta y comenzó el camino a casa.

Al llegar, abrió las puertas léntamente, observando la oscura casa, e iluminándola mientras avanzaba.

Tras recorrer todas las habitaciones y siendo invadida por felices recuerdos, llegó al enorme salón, donde se encontraba el piano. El instrumento tenía la tapa abierta, mostrando sus impolutas teclas a Lucy, quien siendo invadida por un extraño sentimiento, se sentó y puso sus manos sobre las teclas.

La primera nota que tocó le recordó el día en el que ambos se conocieron, en el cual incluso discutieron. Después tocó una nota mas grave, que trajo a su mente los momentos de su hijo perdido antes de nacer. Al tocar una nota aguda, sintió un escalofrío, recordando sus miradas.

Y así, una detrás de otra, las notas se convirtieron en melodías. Algunas producto de la mente de Charles, otras de su propio corazón. Mientras sus ojos lloraban todo el pesar de su corazón, comprendió la verdad de las melodías que su marido tocaba.

Todas eran sosegadas, pero a la vez pasionales, porque todas las tocaba pensando en ella. Sintió la verdad golpear su mente.

- Así que el piano no es más que un espejo de los sentimientos. - Se dijo a si misma, murmurando despues el nombre de su amado.

En aquel instante, se llenó de determinación. Juró que no solo no se olvidaría de su marido, sino que lo daría a conocer al mundo, mediante su música. Y así, Lucy Lest se sumergió en el mundo de la música, donde fué aclamada por todos aquellos que la escuchaban. Sus notas se decía que llenaban el corazón de felicidad y tristeza al mismo tiempo. Transportaban a lugares exóticos y utópicos, a la par que algunas melodías te llevaban a mundos oscuros y derruidos. Así fué como Lucy logró dar a conocer su corazón y el de Charles al mundo, compartiendo alegría y dolor, con todo aquel que quisiera escucharla.

Y en su interior, aunque nunca nada pudo aliviar el dolor de su pérdida, la llenó una enorme felicidad al compartir sus sentimientos. Continuó aliviando los pesares de la gente con el piano de su marido, hasta que una noche, en su casa, su arrugada y cansada cabeza cayó sobre el teclado, emitiendo sus últimas notas, antes de que sus fuerzas le fueran arrancadas, y su alma rasgada de su cuerpo, para reunirse una vez más con su amado, que esperaba sentado, tocando el piano.

domingo, 15 de agosto de 2010

Fullflame Alchemist: 3º Capítulo

Capítulo 3: El héroe pródigo

- Vaya, creo que es hora de levantarse. – Dijo el hombre de dorados ojos, al despertarse por losrayos de sol que acariciaban su rostro
Abriendo las ventanas, sintió una cálida corriente de aire golpearle en la cara. Siempre agradecería cada una de las sensaciones que percibiera, sabía que era un regalo, después de todo lo que pasó.

Sus tiempos como alma encerrada en una armadura habían quedado atrás, pero todavía le perseguían a veces en sueños. Su padre, la piedra filosofal, los homúnculos, Bradley. Todos no eran más que oscuros recuerdos, los cuales le parecían casi un cuento de hadas. Ahora, sin embargo, tenía una vida que disfrutaba. Vivía en la capital de Xing, tenía a Mei, su querida esposa, y a Lili, su hija, la cual a pesar de tener los típicos caracteres orientales, había heredado su color de pelo, ojos y su tonalidad clara de piel (aunque a sus dieciocho años, había heredado toda la belleza de su madre). Había aprendido bastante sobre la waidan (el estilo de alquimia de Xing, más inclinado a la medicina), aunque todavía tenia que perfeccionar su técnica.

- ¡papá, vamos, a desayunar! – Gritó Lili desde la cocina
- ¡Ya voy Lilian, no tardo!

- ¡Vale pero luego no protestes si te quedas sin sirope

- Aah, Dios, me tiene loco… - Suspiró, antes de abrir las puertas correderas y dirigirse con su familia

- Hola querido - Saludó Mei desde la silla.

- Hola Mei, perdon por levantarme tan tarde,

- Descuida, Alphonse, tengo asumido que prefieres pasar las noches entre libros que en la cama. - Dijo Mei, provocando una sonrisa de verguenza en el rostro de Alphonse.

- Papá, llevo años aprendiendo sobre waidan, pero apenas sé nada de la alquimia de Amestris, ¿cuando me vas a enseñar de una vez? - Dijo Lilian

- Eso, Al, viniste aquí a aprender de mi y no me enseñaste nada. - Protestó Mei

Alphonse se sentó en la mesa y mordió uno de los bollos de la mesa, suspirando.

- Cuando llegué aquí solo sabías decirme cosas como "siente la corriente del dragón y entonces, ¡pium!". ¿¡Como ibas a entender la teoría alquímica!?

- ¡Nunca lo intentaste! -Dijo Mei levantándose y apoyándose en la mesa con una mano, encarando a su marido

- ¡Si que lo hice, y lo sabes! - Respondió Alphonse, haciendo lo mismo

- Em, parad, por favor, discutís sobre una tontería. - Intentó Lilian mediar entre sus progenitores, pero ambos la miraron con una cara que parecían salir cuchillas invisibles de sus ojos, que se clavaban en su rostro.

Alphonse volvió a sentarse en la mesa, suspirando.

- Vale, vale, tu ganas, intentaré una vez más explicarte lo mas básico.

- Bien, te escucho. - Dijo Mei

- Aunque mi hermano y yo hayamos estado practicando una nueva teoría, la alquimia se basa en el fundamento del "Intercambio Equivalente". Es decir, que no puedes crear algo de la nada, creas algo nuevo a partir de una materia. Es decir, puedes crear un puente usando materiales de alrededor, pero no puedes crearlo a partir de la nada, así como tambien tienes que respetar el elemento fundamental de lo que estes transmutando. Básicamente, recibes lo mismo que consumes, es decir, si quieres algo, tienes que dar algo a cambio del mismo valor.

En el rostro de Mei se dibujó una mueca de confusión

- Pero... tu me explicaste algo sobre... poner algo... no...recuerdo

- Esa teoría no tiene lógica

El matrimonio contempló con sorpresa el comentario de su pensativa hija, la cual meditaba sobre lo que su padre acababa de explicar.

- Pero... ¿por que dices eso? - Preguntó Al

- No se puede crear un puente simplemente con materiales... se precisa de energía que desplace los materiales, luego al final resulta que lo que quieres transmutar cuesta mas de lo que tienes en origen.

- Bueno, en Amestris utilizábamos la energía proveniente de los movimientos en el interior de la tierra, así que realmente...

- No, aún así, hace falta tu propia energía. Tu movimiento, tu concentración, tu esfuerzo... es energía que se consume, como si aquello que creas tuviese la marca imborrable de tu esfuerzo, una especie de seña personal.

Mei, tras unos segundos, comenzó a reir mientras su marido miraba fíjamente a su hija, totalmente sorprendido y mudo.

- Yo... ¿dije alguna estupidez? - Preguntó Lili, sonrojada

- Tu... acabas de...nosotros... tardamos años en... en descubrir eso, pero tu... tu en un... en un segundo... yo...

El rostro de la joven Lili se mostró aún más colorado, casi llegando a la tonalidad de un tomate

- Que, querido, ¿sigues empeñado en no enseñarle nada? - Rió Mei

Alphonse colocó su mano en el cuello, avergonzado

- Parece que tendré que replanteármelo...

- Yo... papá... - Balbuceó Lilian

Sigo proximamente!

miércoles, 11 de agosto de 2010

Lost in Vigo

Esta historia narra (de forma mas o menos verídica, e inclinada al cachondeo) las aventuras y desventuras de un servidor en la ciudad de Vigo (en Galicia. No, no siempre llueve, pero salen en las noticias justamente cuando llueve y no cuando hace sol, que es casi siempre). Cualquier coincidencia con personajes reales es pura.... que es veridico vamos xD

Sin mas dilación, aqui comienzo:

9 de Agosto de 2010, Salvaterra do Miño. Hace un par de semanas que he venido aqui, a Galicia, a visitar a mi familia y a mis amigos. Mi nombre es Daniel y soy un chico de 20 años (aunque al leer esto podais pensar lo contrario, porque parece que tengo 14...). Digamos que no soy persona de salir mucho de casa, prefiero pasar la noche en una playa con los amigos (y si hay una guitarra, y aun mas, alguien que sepa tocarla, mejor que mejor) antes que ir de pubs o discotecas. Para peculiar lo soy hasta con la música, que prefiero a Mike Oldfield que a Shakira o a Andy&Lucas.

Como os iba contando, me dirigía a Vigo, ciudad en la que residen mis amigos y que se encuentra a una media hora escasa de donde viven mis tios. Tras ducharme, coger movil y cartera, subo al coche y comienzo el viaje.

En principio todo normal, llego a la parada de los buses de Vigo y quedo con mi familia en llamarles sobre las 12 para que viniesen a recogerme (si lo se, con 20 años y no tengo carnet de conducir, que quereis... ¡exigentes!)

Tras recogerme dos de mis amigos en un hospital, nos dirigimos a un comercio llamado "Gran Vía" (el mismo nombre de una de las calles de Vigo, que segun parece es enorme) y nos reunimos con los demas. Toda la tarde bién, jugando al poker en un enorme parque, sentados en la hierba (¿dije ya que preferia eso a ir de pubs?), en el cual hice mis primeras y unicas trampas (y espero que ultimas). Pasando el tiempo, y como siempre un poquito cohibido, levantamos el campamento y tuve una (como siempre) interesantísima conversación con Adrian Bernardez Araujo (le hago publicidad porque si quereis charlas serias o contarle lo que sea en confianza para oir una opinion sincera, ese es tu hombre) sobre ciertos temas personales mios, la cual fue terriblemente productiva. Tras dejar a Diego, comenzamos a ascender por una calle que sinceramente... perdí la noción de la orientación, desconozco el lugar. Y tras un curioso episodio que contaré una vez dentro, termino el prólogo y comienzo la narración:

Yo: Oye gente, ¿cuanto se tarda en llegar desde aqui a la estación de autobuses?.

Jorge: Pues una media hora mas o menos

Yo: Oh, pues mas vale que vaya llamando... (como dije antes, para que me recogiesen)

Daniel sacó el movil de su bolsillo y al quitar el bloqueo, observó como la pantalla de este quedó en negro, señal de que la batería se había agotado.

Yo: Se me ha apagado el movil...

(Todos me miran fíjamente a la cara)

(?): No te preocupes yo te dejo el mio

Yo: No me se el número de telefono de mi tia...

Jorge: Pero vuelve a encender el movil hombre

Yo: No me se el numero PIN...

(Silencio incomodo)

(?): Pues llama al telefono de tu madre, ¿no?

Yo: Esque el jueves lo dieron de baja y ya no funciona...

Patri: Pero de todos modos si ven que llaman y que no da señal vendrán al preocuparse

Yo: Si, pero es que mi madre puede preocuparse a la 1 o a las 2...

Rosalia: Pues no se, ¿no hay otra forma de comunicarte con ellos?

Adrian: Por ahi hay un cibercafé, mándale un correo a tu madre para que sepa que estas bien

Carlos: No te preocupes hombre que quedarte en la calle no te quedas, hay sitio en mi casa

Rosalia: Ya pero el problema es que este ahi la madre la pobre buscandolo toda la noche y que se preocupe

Jorge: Ya hombre ese es lo malo, que este su madre buscandole y este preocupada

Yo: Bueno, vamos al cibercafé y aunque mi madre revise el correo cada dos semanas, al menos es mejor que nada

El grupo emprendió su marcha, aunque a mitad del camino nos paramos debido a que se me ocurrio una grandisima idea

Yo: Hey, ¿¡y si cambiamos la tarjeta a uno de vuestros moviles!?

La teoria es tan rapidamente probada como desechada. La tarjeta mantiene el pin suyo y por desgracia, al meter otra tarjeta en el telefono mio y encenderlo (sabeis que siempre le queda un poquitin de bateria) vimos que los numeros se habian grabado en la tarjeta y no en la memoria del telefono.

Como estoy cansadillo continuo mañana vale?, se puede decir que lo mejor estar por llegar asi que paciencia XD

domingo, 8 de agosto de 2010

Fullflame Alchemist: Corazón Helado

Capítulo 2: Corazón Helado

Un gran sol brillaba en la ciudad de Leos. Con tan solo diez años desde su fundación, era de las ciudades mas prósperas de Amestris. Entre Riesenburg y South City, esta ciudad era atravesada por un cristalino rio en el que la pesca era muy productiva. Por desgracia, Aris no pudo gastar allí el tiempo que le hubiese gustado en prepararse adecuadamente, tan solo pudo buscar la estación para montar en el tren a South City, en el cual tuvo de nuevo aquella pesadilla, en la que se encontraba dentro de un extraño círculo, y un gran ojo aparecía, hechos terrorificos que acompañaban a los gritos de sus padres. Los cadaveres descompuestos de sus progenitores tirados por el suelo, inertes, sin vida.



- ¡Aaaaaaaaah! - Gritó Aris, despertando brúscamente de la pesadilla



- Señor, ¿esta bien? - Preguntó una empleada del tren, con cara de preocupación.



- Si, si, perdone... ha sido una pesadilla, lamento haberles asustado.



- No se preocupe señor. Si necesita algo avíseme por favor, le atenderé encantada.



- Gracias, lamento las molestias.



Aris todavía se encontraba mareado. En su cabeza el sueño lo azotaba, dándole la sensación de perder el conocimiento, y sus vista estaba difuminada por una pequeña neblina.



- Puf, cuando podré dormir bién... - Susurró, antes de poner sus manos sobre su cara.



Poco mas de una hora faltó para que el tren llegase a su destino. Tal y como bajó Aris del tren, se dirigió a la taquilla para preguntar por el tren mas cercano a Nikam, ciudad fronteriza con Ishbal.



- Así que dentro de tres horas... - Dijo Aris a la encargada.



- Me temo que si, señor, tendrá que esperar, teniendo en cuenta de que también viene con retraso... - Dijo esta



- Bueno, no se preocupe, al menos tendré tiempo de visitar la ciudad.



- De acuerdo señor, ¡bienvenido a South City!



- Gracias señorita - Sonrió



Al salir de la estación, quedó maravillado con el paisaje. Era una ciudad que tan spropicia. Poco acostumbrado a llevar uniforme, al mismo tiempo que con poca resistencia al calor, Aris llegó a la parada del tren como si le hubiese llovido encima, de su propio sudor. Lavó su cara con abundante agua y se dispuso a embarcar rumbo a South City. Mientras estaba en el tranquilo tren, sacó de nuevo el libro de su maestro, revisando detenidamente lo que contenía. Tras media hora de leer cosas sobre citas, sobre si el hecho de pertenecer al ejercito dotaba al hombre de un atractivo mayor para las féminas, así como de tecnicas de seducción, se rindió, metiendo el diario en el bolsillo y sintiendo un tremendo mareo.


- (Que me va a ayudar dice... no tengo ni idea de que me va a servir saber tanto sobre las mujeres) - Pensó Aris, frustrado.



Abrió un poco la ventana, sintiendo la brisa fresca del sur. Ni siquiera el incesante clac clac de las ruedas del tren, asi como las agobiantes conversaciones de los pasajeros sobre que harian en su fin de semana, pudo evitar que Aris cayese lentamente dormido.



Despertó en el suelo, sintiendo el calor del asfalto. No podía moverse, y su vista era borrosa. Dolor, muchísimo dolor. Un coche lleno de sangre. Hospital. Un médico diciendo a sus padres que no tendría solución que moriría. El frío suelo del garaje de su casa. Un ojo enorme abriéndose ante el. Luces rojas brillantes queolo a primera vista ya se podría afirmar que vivía del turismo. Tenía bellas fuentes, tiendas que vendían todo tipo de artículos, algunas vendían figuritas de cristal (cacharros inutiles que a pesar de todo, le fascinaban a Aris), otras productos típicos de la ciudad. Siguió avanzando por aquella enorme plaza, observando como la gente, sentada en las cafeterias, mantenían sus conversaciones típicas.



- (Necesito AGUA) - Se dijo a si mismo.



Cada metro le parecía un kilometro. Le pareció tardar mas de una hora en llegar a la cafetería, y tras 8 vasos de agua fría (y tras las miradas de todos los presentes, incluidos los camareros, que con ojos como platos, se planteaban incluso el cobrarle).



- (Irónico que no aguante el calor y me quieran llamar Alquimista de llama eterna... Desearía ser el Alquimista del Frigorífico o del Congelador...) - Pensó



Con el agua Fresca en el estómago, continuó andando por aquella gran calle, hasta llegar a una extraña tienda, cuya oscuro escaparate llegaba incluso a asustar.



- Xerxes, extraño nombre para una tienda. - Susurró planteándose el entrar a echar un vistazo.



Finalmente abrió la puerta y entró, quedándose extrañado de la rareza de los productos que allí había.



Había trajes que parecían proceder de otra época, Frascos que contenían líquidos de todos los colores. Imitaciones de casas antiguas, hechas de barro. Al fondo de la pared, una extraña placa dorada se encontraba colgada. Aris se acercó para ver lo que había escrito:



"La verdad que se esconde tras la verdad"



- Vaya, curioso...



- Lo curioso es que de todas las cosas aqui existentes, se haya fijado en eso.



Aris se dió la vuelta sobresaltado. Un hombre de mediana estatura, de unos cuarenta años, lo miraba fijamente, con unos ojos tan negros que casi parecía no tener Iris. De piel blanca y pelo negro corto, vestía una túnica negra que daba la impresión de que aquel sujeto habría escapado de algún mundo monocrómico.



- Em... ¿Por que curioso?



- Porque esta cita salvó esta tierra hace mucho tiempo.



- Vaya, no lo sabía.



- Convendría que lo recordase, joven... va a empezar de nuevo - Dijo el hombre



- ¿Comenzar de nuevo?, ¿el que?



- Ya lo verá en su día, y le necesitaremos.



- Um, podía ser un poco mas concreto... - Se quejó Aris



El hombre rió y se colocó detrás del mostrador. Aris se fué de la tienda sin despedirse, frustrado por aquel hombre tan caótico. No le gustaba la gente que iba por la vida lanzando adivinanzas, pero tiene que haber de todo, se dijo a si mismo. Despues de dar varias vueltas mas por la ciudad, tuvo que volver a la estación, pues poco tiempo faltaba para que su tren saliese.



Se acomodó en un asiento cuando el tren llegó. Tenía ganas de llegar a Leos y descubrir que demonios pasaba en Ishbal. Según le contó su maestro, un extraño grupo había aparecido, asesinando a un grán numero de soldados.



- (Se supone que con el triunfo de la revuelta el país estaba en paz) - Pensó Aris en voz baja



Sacó de nuevo del bolsillo aquel cuaderno, con la fé de encontrarle alguna utilidad, pero nada, seguia sin comprender que tenía de especial todo aquello.



- ¿Dificil? - Oyó a su lado



Aris miró entonces a su derecha. Aquel asiento lo ocupaba una extraña persona, cubierta por completo de polvo. Era bastante alta, de tez blanca y pelo largo rubio, con ojos de un intenso amarillo, igual que su barba, perfectamente cuidada. Vestía una camisa con una extraña chaqueta marrón. En su mirada detras de sus gafas se detectaba paz, tranquilidad y un sosiego que se transmitía por el aire. Tenía pinta de ser bastante mayor, aunque no podía figurarse su edad.



- ¿Usted entiende algo de esto? - Preguntó Aris, mostrando el cuaderno



El extraño cogió el cuaderno y lo abrió por la mitad, colocando su otra mano en el mentón. Lo curioseó durante apenas cinco minutos, devolviénsoselo despues.



- ¿Sabes?, en este mundo muchas veces no todo es lo que parece a simple vista, hay que intentar sacar un poco de astucia.



- Insinuas pues que hay algo aqui oculto... - Dijo Aris mirando el cuaderno de nuevo - Debo degradecertelo entonces, yo pensaba que era una broma de mal gusto de mi maestro.



- No te preocupes, es normal que no caigas en estas cosas. Habrá que dejar algo para la madurez, ¿no? - Dijo el hombre, sonriendo



- Si, supongo... - Dijo el joven, guardando el diario. - Mi nombre es Aris, encantado. - Se presentó, dándole la mano.



- Mi nombre es



La presentación quedó interrumpida por un gran estruendo, que estremeció el tren. Acto seguido, dos hombres enmascarados entraron en el vagón con pistolas en la mano.



- (Mierda, ¿por que ahora?) - Pensó Aris



- ¡Todos quietos y con las manos en la cabeza, no quiero ver ni un movimiento! - Gritó uno de los hombres



- Aris, vamos a salvaros, pero necesito tu ayuda, ¿de acuerdo? - Susurró el hombre



Aris miró extrañado al hombre, pero la cara de este lo miraba con confianza y decisión.



- De acuerdo, dime tan solo lo que debo hacer



- Yo me encargaré del que está mas lejos, ya que no puedes atacar a distancia. El que esté mas cerca depende de tí



- ¡Si!



Acto seguido se escuchó el sonido de un disparo. En uno de los asientos de atras, el cuerpo inerte de un pasajero yacía en el suelo, con un agujero en la cabeza y un creciente charco de sangre.



- Tsk, ¡malditos! - Dijo Aris, intentando levantarse, pero el hombre lo detuvo



- Vamos a darles una lección, pero necesito que mantengas la calma.



Aris volvió a sentarse, muy furioso.



- Pon tus manos sobre la cabeza, intentaré atraerlos.



Aris obedeció, y observó como el hombre se daba la vuelta en el asiento y se dirigía a uno de los asaltantes.



- ¡Hey hey!, no hay que ser tan violentos, ¿vale?

Enseguida el hombre que había efectuado el disparo se fue acercando a el. Aris intentaba contenerse, le estaba costando una barbaridad.



- ¡¿Que?!, ¿quieres acabar como el?



- Bueno, si te soy sincero, ya no tengo nadie de quien preocuparme, me importa poco morir.



El hombre puso el cañón de la pistola en la frente del hombre. Sus manos le sudaban, y su compañero al fondo del tren comenzaba a acercarse.



- ¡Maldito hijo de perra, te vas a ir diecto al infierno!



- Bueno, si es lo que quieres, adelante, mancha de nuevo tus manos con sangre... - Contestó el hombre, con suma tranquilidad.



- ¡Deja de tomarme el pelo cabrón! - Dijo el asaltante, antes de que el estruendo del arma cortase el ambiente.



Aris contempló sorprendido como la bala de la pistola atravesaba la cabeza del hombre y se quedaba clavada en el sillón de delante.



- ¡Malnacido, preparate! - Dijo Aris, levantándose del sillón



- ¡¿Tu tambien quieres morir, perro?! - Contestó el asesino, apuntando hacia Aris



Pero de pronto, una mano agarró la pistola del maleante. La mirada de terror de este y sus pasos hacia atras al comprobar como el hombre que acababa de asesinar se levantaba, dejando ver todavía el orificio de la bala, le hizo sacar el dedo del gatillo. Aris tambien se sorprendió, sintiendo incluso miedo, preguntandose que demonios seria ese hombre.



- Ah, que horror, siempre termino con el traje o mi cabeza agujereada... - Dijo el hombre, mientras se volvía a poner las gafas



- Pero que... que eres... - Murmuró Aris



- Me temo que eso tendrá que esperar, joven, ahora tenemos que salvar a esta gente



El compañero del asaltante encanñonó al hombre, disparando sucesivas veces, pero ninguna lo tumbó. Ni tan siquiera logró hacerle sangrar lo más mínimo. Asustado, intentó apresurarse para recargar el arma, pero sus manos le temblaban. Afortunadamente, el hombre fué mas rápido, y corriendo, lé golpeço en el estómago, haciéndole caer de dolor.



- Aris, ¡ahora, rápido! - Gritó



El joven entonces salió de su ensimismamiento y cargó contra el hombre que tenía delante, el cual intentó apuntarle, pero fué demasiado lento. Tal como desenvainaba su espada, Aris dió un corte rápido en la pistola, partiéndola en dos. Luego golpeó al asesino en la cara, tirándolo al suelo.



- Has asesinado a un inocente, maldito, ¡Pagarás con tu vida! - Dijo Aris, levantando su espada, preparándose para dar el golpe de gracia



- ¡No, no quiero morir, por favor te lo suplico perdóname la vida! - Suplicaba el indefenso, saltándole lágrimas de los ojos.



- ¡¿Suplicas perdón?!, ¡¿acaso ese hombre no te suplicó que le perdonases la vida?!



- No, no, por favor...



De pronto en la mente de Aris, como una flecha, lo atravesaron las palabras de Riza



(Nunca robes la vida de un inocente... Queremos que triunfes donde nosotros fracasamos)



Indeciso durante varios segundos, Aris clavó con un gran estruendo la espada justo al lado de la cara de su enemigo, el cual contempló la afilada hoja con pavor, tornandose su cara tan blanca como el afilado filo del arma.



- ¡Tsk!, no eres un inocente, pero afortunadamente para ti yo no soy un asesino...



- Gra... gracias por perdo...



- ¡Calla!. En cuanto lleguemos a la frontera te entregaré, y ya decidirán que hacer contigo, espero que te den la mayor de las torturas.



- No... no, yo... - Suplicaba el asesino, balbuceando palabras que no conseguía terminar.



Con el mango de su espada, aris golpeó la cabeza de su oponente, dejándolo inconsciente Al levantar la mirada, pudo ver al agujereado hombre mirándolo, con el cuerpo inconsciente del otro asaltante detras suya.



- Gracias, de no ser por ti, mucha gente habría muerto - Dijo Aris



- No hay de que preocuparse, fué un trabajo a medias. - Contestó el hombre



- Puede que haya mas en algún lugar del tren, dudo mucho que dos asaltantes tan mal preparados sean capaces de atacar un tren



- Coincido contigo, será mejor que nos separemos. Yo ire hacia delante, vigila tu los vagones de atras.



- De acuerdo, ahora mismo - Asintió Aris



- Por cierto, con respecto a lo de antes... - Dijo el hombre, mientras Aris se daba la vuelta. - Mi hombre es Van Hohenheim



- Encantado - Dijo Aris, dándose la vuelta de nuevo. - Supongo que tendremos que dejar las explicaciones de lo ocurrido para luego.



- De acuerdo, buena suerte



- ¡Lo mismo te digo! - Se despidió antes de abandonar el vagón



Al llegar a la siguiente puerta, observó por el cristal, viendo a varios pasajeros tirados en el pasillo, rodeados de sangre, y dos hombres con armas atras.



- (¡Hijos de puta!) - Se dijo a si mismo.



Puso la mano con cuidado en la puerta, girando el pomo sin hacer ruido. Tuvo un golpe de suerte, pues los hombres se dieron la vuelta para recibir a otro asaltante. Aris abrió la puerta agazapado, ocupando uno de los asientos sin que lo viesen. Las personas que allí se encontraban lo miraban con nerviosismo, pero el hizo un gesto para que se mantuvieran en silencio. Con mucho cuidado de no ser descubierto, fue caminando hacia atras, intentando escapar de la línea de visión del guardia que miraba hacia delante. Ya a unas escasas 4 o 5 filas de su enemigo, se agazapó cerca de una señora, y con un chasquido de dedos, provocó una explosión en la ventana, que la hizo estallar. El estruendo y el grito de los pasajeros llamó la atención de los guardias, los cuales fueron rápidamente a la ventana, para ver que ocurría. Uno de ellos asomaba la cabeza, mientras que los otros observaban las quemaduras de las paredes. Con gran rapidez, Aris se acercó a uno de los asaltantes y lo golpeó en la cabeza con su espada enfundada, haciéndolo caer al suelo. Los otros dos, al escuchar los gritos de su amigo, se giraron rápidamente, pero Aris se agachó para, con un giro, golpear en la pierna a uno de ellos, haciéndolo caer al suelo. El otro intentó apuntarle con la pistola, pero fue impactado en el estómago, cayendo tambien al suelo. Aris se levantó y vió como uno de ellos le apuntaba con un arma, con su brazo temblándole, como si estuviese soportando un gran peso. Aris le quitó la pistola de una patada en la mano.



- ¡Cabrón, te matare! - Dijo el hombre, entrecortado



Aris se quitó la espada con la funda del cinto y golpeó al hombre en la frente.



- No puedo morir ahora...



Contempló a los pasajeros, los cuales lo miraban aliviados. Veía padres y madres abrazando a sus hijos (incluso algunos que parecían no conocerse de nada se abrazaban contentos). Se acercó a la puerta del siguiente vagón. Era el vagón donde se almacenaban los utensilios de la cocina, y parecía despejado.



- ¡Atiendanme, por favor! - Dijo en voz alta, dándose la vuelta hacia los pasajeros - ¿Hay alguien aqui con instrucción militar o que sepa disparar un arma?



La gente vacilaba y no se atrevía a responder, pero del fondo acudió un hombre mayor, bastante anciano y nervioso, pero en aquellos momentos no se podía exigir...



- Yo... yo fuí militar hace muchos años.



Aris recogió del suelo las pistolas de los asaltantes, se acercó al hombre y lo miró a los ojos, muy cerca.



- Escúcheme bien. Las vidas de estas personas dependen de usted. Si se levantan o intentan algo, no tenga piedad. Con un tiro en la pierna bastará. Se lo pido por favor, no permita que les hagan daño, ¿de acuerdo?



- Esta bien, confíe en mí... - Dijo el hombre, con voz algo temblorosa



Aris asintió al hombre, el cual inmediatamente se echó hacia atras y apuntó con su arma a los hombres, los cuales empezaban a recuperar el conocimiento.



Abrió la puerta del siguiente vagón y observó la estancia. Era una típica estancia de cocina, con sus ollas, cucharas y tenedores colgando de la pared. Se acercó a la siguiente puerta y pudo ver a varios hombres armados con pistolas y rifles. Delante de todos ellos, un hombre alto con aspecto rudo parecía soltarles un discurso.



- (Parece ser el jefe... habrá que pararle los pies) - Pensó



Obviamente sería un suicidio entrar ahí, siento tantos y armados. Tras meditar un poco, se acercó a la sala anterior, abrió la ventana, aunque la racha de viento lo desestabilizó. Con las miradas de todos fijadas en el, se apoyó en el bordillo y con sus manos agarró un tubo del exterior, logrando así subir a la parte superior del tren.



Tuvo que ir agazapado, para que las corrientes no lo tirasen, pero finalmente pudo colocarse encima del vagón donde se encontraba el lider de los asaltantes.



- A ver ahora que hago...- Se preguntaba en voz baja



- ¡Hola!



Aris se dió la vuelta rápidamente, asustado. Ahí estaba Hohhenheim,de pié, con postura tranquila. Parecía no sentir la fuerza del viento. De hecho, ni siquiera su pelo era movido por este.



- Se puede saber... ¿como haces eso? - Preguntó sorprendido



- ¿El que? - Preguntó Hohhenheim a su vez, sorprendido



- Esto... ¿¡te suena algo el rozamiento del aire!? - Dijo Aris con tono irónico



- Bueno hombre, dijiste que dejásemos las explicaciones para luego - Respondió el hombre, sonriendo



- Ya, pero... ¡joder!



- Creo que tendremos que ocuparnos primero de esto, ¿no te parece? - Dijo Hohhenheim



Aris salió en poco tiempo de su ensimismamiento, y asintió al hombre, el cual se agachó al igual que el.



- No se me ocurre nada... ¿Y a ti? - Preguntó Aris



- Mmm, si pudiésemos concentrarlos a todos en un solo punto, sería fácil librarse de ellos.



- Creo que podría asustarlos con fuego



- No es mala idea. Si sale bien, déjame el resto a mi, ¿de acuerdo? - Advirtió Hohhenheim



- ¿Podrás solo?



- No te preocupes



- Allá vamos pues - Dijo Aris cerrando los ojos y levantando la mano



dió un chasquido con sus guantes, haciendo explotar las ventanas. Un enorme barullo se armó en el vágón, se escuchaban montones de voces, y una voz ronca intentando calmar al resto.



- Bueno, supongo que es mi turno. Sostenme esto, por favor, cuídalo. - Dijo Hohhenheim, sacando una corroída foto de su polvoriento bolsillo y dándosela a Aris.



Aris se fijó en la foto. Aparecían cuatros personas. Hohhenheim era una de ellas (el cual estaba llorando), sosteniendo a un chico, el cual por la tonalidad del pelo y los ojos, se podía afirmar con toda seguridad de que se trataba de su hijo. Una mujer a su lado sonriendo sostenía también un bebé, de mismo color de ojos y pelo que su hermano y su padre. Guardó la foto en su bolsillo, y contempló al hombre, el cual se hallaba de pié, con una postura decidida. Como por arte de magia, el metal que pisaba se cortó en un perfecto círculo, haciéndolo caer al piso donde estaban los asaltantes.



- ¡Pero que, ten cuidado! - Gritó Aris, acercándose al agujero.



Hohhenheim hizo caso omiso de la advertencia, y se dirigió a los asustados hombres.



- ¿Os importaría deponer las armas y hacer de esto algo menos violento?



El mas alto dió un paso al frente



- ¡Quien cojones te crees que eres para darnos ordenes!



- Por favor, quiero hacer esto sin violencia... - Dijo suspirando



- ¡Disparad a ese malnacido y matadlo, no podemos permitir que alguien como el nos estropée los planes!



Acto seguido, los hombres apuntaron y abrieron fuego siguiendo la orden de su jefe. Aris contempló horrorizado como Hohhenheim era atravesado por un centenar de disparos, pero ninguno logró siquiera desestabilizar al hombre.



- (¡Otra vez, que coño pasa aquí!) - Pensó



- Puf, mira que os dije que odio pelearme... - Dijo Hohhenheim, agachándose para recoger sus gafas, las cuales se le habían caído.



Los horrorizados hombres se aglomeraron en una esquina del vagón, sin poder siquiera moverse del pavor que recorría sus cuerpos.



- Al fin, ya tenía ganas de terminar...



De pronto una luz sacudió el vagón, y la mitad del vagón fué cortado límpiamente. El vagón cercenado volcó con rapidez, frenando en seco.



- Um, por último... - Murmuró Hohhenheim



Dando un golpe con el pié en el suelo, un destello surgió en el vagón de los asaltantes, y Aris pudo contemplar como, a una velocidad enorme, una gran pared de roca lo rodeaba, dejando encerrados en su interior a los hombres.



Aris salto por el agujero, cayendo al lado de Hohhenheim.



- Me parece que si vamos a tener que explicar cosas vamos a tener que estar un día entero, ¿no te parece? - Dijo, contemplando como se alejaba la prisión pétrea.



- Mejor entonces que lo dejemos, no creo que ninguno de los dos tengamos tanto tiempo que desperdiciar.



- Habrá que dar parte a las autoridades al llegar a Leos...



- Te lo dejo a ti, no me gusta el papeleo



- ¿¡Bromeas?, pero si fuiste tu el que lo hiciste todo! - Dijo Aris, mirando al hombre



- No, yo solo los encerré, tu has sido el que ha salvado las vidas de estas personas, Aris.



- Sigo pensando lo mismo... - Murmuró el joven - Independientemente, debo darte las gracias, no se que hubiese sido de nosotros si no llegas a estar tu aquí



Aris levantó la mano, estrechando la mano a Hohhenheim, el cual le devolvió una sonrisa.



- Bueno, creo que habrá que informar a los pasajeros de que todo ha terminado. Nos merecemos un viaje tranquilo, despues de todo.



- Si pero... Algunos pasajeros han muerto... - Dijo el joven, apartando la mirada



- De no ser por nosotros, todos habrían muerto... sé que es un punto de vista cruel, pero al menos hemos salvado a todos los que pudimos...



- Cualquiera diría que estás acostumbrado a ver a la gente morir...



- Tu lo has dicho, cualquiera lo diría - Respondió el hombre, bajando la mirada



Tras un instante, ambos fueron inspeccionando el resto de los vagones, para ver si todo seguía bién. Efectivamente, los maleantes se encontraban atados, impidiendo su movimiento. Los cadaveres fueron apartados y colocados en la parte trasera de los vagones, siendo subiertos por mantas. Las personas no dejaban de aplaudir a los dos héroes que los habían salvado (aunque Aris sentía que le robaba el mérito a su compañero...), y estos comprobaban el estado de los pasajeros. Algunos necesitarían ayuda, pero aparte de los que murieron, nadie parecía tener heridas físicas graves. Con la colaboración de todos, pudieron atender a las personas que aún se mantenían nerviosas, haciendo lo poco que pudieron hacer. Al poco se podía ver de lejos la ciudad de Leos, frontera de Ishbal. Nada mas detenerse el tren, una aglomeración de soldados y de médicos entró a tropel en el tren, unos detuviendo a los presos, y otros atendiendo a los heridos y llevándose los cuerpos.



Aris bajó del tren, acompañando a los policías y los presos. Al bajar, un hombre alto, melenudo y de grandes músculos se le acercó.



- Debo darle las gracias, señor, ha salvado a estas pobres personas de un fin trágico.



- Me temo que está equivocado, no fuí yo. Y ademas... - Dijo mientras veía como dos enfermeros sacaban una grán bolsa de plástico del tren. - No pude salvarlos a todos...



- No se preocupe, hizo lo correcto. - Dijo el hombre, poniendo su mano en el hombro del joven - Tenga la conciencia tranquila.



- Gracias... Encárgese de ayudar a estas personas, por favor. - Dijo Aris, mirando al hombre a los ojos



- Déjelo en mis manos.



Aris se despidió del hombre y se alejó del tren, hacia la carretera que se introducía en Ishbal. No obstante su paso fué detenido por una pequeña mano. Se dió la vuelta y una pequeña niña lo miraba con ojos como platos. Era una jovencita de apenas 5 años, bajita aún para su edad pero con un brillo en sus grandes ojos que ablandaría el corazón de una piedra.



- Hey, hola pequeña, ¿ocurre algo? - Dijo el joven poniendose de cuclillas y sonriendo.



- Señor, tome



La niña abrió sus manos y descubrió una pequeña medalla verde. Era un rombo grande, formado a su vez por cuatro mas pequeños.



- Hey, parece importante para tí, no puedo quedármelo



La chiquilla agitó la cabeza con negación.



- Papi me dijo que se la regalase a mi héroe, ¡y usted se ha convertido en mi héroe! - Dijo con emoción en su rostro



- Vaya, en ese caso... es todo un honor, lo aceptaré con gusto. - Respondió Aris, colcándose la pequeña medalla en la solapa.



En la cara de la niña se dibujaba una alegría y una admiración enormes. De lejos, una señora pelirroja se acercó, parecía gritar el nombre de la niña, pero esta la ignoraba. En poco tiempo llegó donde estaba su escurridiza niña y la cogió entre brazos.



- ¡Adalia, te he dicho que no te separes de mi!



- Cálmese, por favor, no ha hecho nada malo



- Oh, es usted. Supongo que debo darle las gracias por salvarnos la vida.



- No debe dármelas, no fuí yo quien los salvó.



- De igual forma, se lo agradezco, el aire que respiramos se lo debemos.



Aris se sonrojó un poco, pues le daba verguenza que la gente le agradeciese las cosas. La mujer se sorprendió al ver la medalla verde en la solapa del joven, pero dspues sonrió.



- Así que es usted su héroe, ¿eh?



La niña escondió su roja cara en los brazos de su madre



- Si... eso parece - Dijo Aris, mirando la medalla y sonriendo



- Era de su padre. Fué un soldado y... bueno, se fué



- Vaya, lo lamento mucho, no sabía que fuese tan importante para usted. Si quiere...



- No, no, por favor - Cortó tajántemente la madre - Considérelo nuestra forma de dar las gracias



- Se lo agradezco señora



- Bueno, Adalia - Dijo la mujer cogiendo a su hija por los hombros y mirándola fírmemente a la cara - Es hora de irnos, ¿no crees?, nos estan esperando.



La niña asintió y sonrió por última vez al joven, el cual le devolvió la sonrisa. Tras despedirse, madre e hija fueron alejándose cada vez mas, perdiéndose de la vista entre el barullo de la ciudad.



- Bueno, tendré que continuar con lo mio... Un momento... - Dijo Aris, despues de pensar. - Adalia... Adalia... ese nombre lo he visto antes.



Se apoyó en el tren y abrió el viejo cuaderno de su maestro. Efectivamente, aparecía el nombre Adalia por todos lados, seguido casi siempre de explicaciones sobre brillantes estrellas en un oscuro cielo.



- Adalia... significa "Diosa Del Fuego". ¡Fuego! - Se emocionó al descubrirlo. - Las estrellas...el cielo oscuro... según la alquímia podría decirse que existe una similitud entre el áire... si consideramos las estrellas como átomos. Pero los átomos gaseosos están en constante movimiento... las estrellas en el firmamento no tienen por qué.



Cada vez el joven se veía mas entusiasmado con los pequeños descubrimientos, sonriendo cada vez mas fuerte.



- Unos se mueven, otros no... entran y salen, ¿Será ese el secreto? - Se dijo a si mismo - Así que los nombres de mujeres son el objetivo, y parece ser que el entorno en el que se desarrollan las citas es el método... ¡Creo que lo voy pillando!



Uno de los guardias en el exterior del tren se asustó al escuchar de lejos un grán grito, y pensó que el que lo había emitido debía de estar loco, pues vió al culpable andar saltando sin parar.




- ¡Lo tengo lo tengo lo tengooo! - Decía el joven Aris sin parar. - ¡En cuanto llegue a algún lugar para pasar la noche empiezo a descifrarlo!



Cuando la excitación pasó, guardó de nuevo el cuaderno en el bolsillo. Pero esta vez sus dedos tocaron algo mas fino, otro tipo de papel. Lo sacó y sorprendido se dió cuenta de que era la foto de Hohhenheim, la cual no le había devuelto.



- (Bueno, supongo que es una excusa para volver a vernos) - Se dijo a si mismo, sonriendo y colocando la foto cuidadosamente en una de las páginas del cuaderno. - (Curiosa persona eres, Hohhenheim)



Y así el aprendiz continuó su trayectro atravesando la frontera hasta llegar al lugar acordado.



Caminó a través de la desértica carretera,(como es de costumbre, agachado, sudando y con la lengua fuera), llegó a una ciudad típica del desierto, con casas hechas con ladrillos y arena, con sus toldos y alfombras de exquisitos diseños, desgastados por el paso del viento y de los años, así como de las vestimentas de los que todavía se encontraban en la calle, gente morena de ojos rojos (aunque esto parecía ser más un carácter hereditario más que por causa del clima). Llegó a la primera casa que vió y se derrumbó en la puerta, casi perdiendo el conocimiento. Oyó gritos y sintió unos brazos que lo movían, pero de su boca no podían salir más que balbuceos sin sentido. Aquellos que lo cogieron lo llevaron a una de las camas de la casa y le dieron de beber (cosa que si que se esforzó en hacer) y luego le tiraron, de una forma un poco brusca, un cubo de agua en la cabeza, cosa que le hizo volver en sí.




- ¡Aah! - Gritó al incorporarse



Al levantar la cabeza pudo ver caras de hombres, mujeres, ancianos y niños que lo miraban sin articular palabra, clavando en el sus brillantes ojos carmesí. Durante mas de diez segundos, un silencio incómodo, así como la ausencia total de movimiento inundó la zona. Al cabo de un tiempo, un hombre se acercó al joven, el cual no podía aguantar la verguenza y sorpresa.




- Eh... ¿Estas bien?



- Yo... - Susurró el joven, llevándose las manos a la cabeza, todavía mareado.



- Hey, no te muevas demasiado, tardarás un rato en recuperarte.- Dijo un anciano al lado suyo.



- ¿Donde estoy?



- En Aadil, un pequeño pueblo cercano a la frontera. Vienes de allí, ¿verdad?



- Si, anduve varias horas por el desierto y... no aguanto muy bien el calor - Dijo Aris suspirando



- Bueno, ahora estás a salvo, amestriano, gracias a Ishbala que te trajo hasta nosotros. Ahora descansa



Aris asintió y recostó brúscamente la cabeza de nuevo en la almohada, mientras todos los que allí se encontraban abandonaban la habitación entre un murmullo silencioso.



Quizás por el cansancio o por el calor, el joven no tardó en sentir la neblina de su consciente perdiéndose para dejar paso al mundo de lo inconsciente.



No veía nada, tan solo blanco. No sentia absolutamente nada. Tan solo los ecos de una voz lejana le llegaban.



- ¿Quién eres?



- ¡Vaya, los humanos sois muy curiosos! - Respondió una distorsionada voz



De pronto, toda la estancia se tornó oscura, como presagiando un mal que se acercaba.



- Soy... la tierra



- ¿La tierra?



- Soy... el universo



- ¿¡Que quieres decir!?



- Soy Dios; La Verdad; El todo, El Uno. Y ademas... - Dijo la extraña voz, haciendo una pausa - Tambien soy tú



Aris sintió una inmensa oleada de angústia que lo despertó, totalmente empapado en sudor. Todavía se encontraba mareado, pero le parecía haber dormido una eternidad. Encontró al lado de una silla una fina toga blanca, con tres grandes franjas rojas cruzandola de forma diagonal. Se quitó sus ropas y se vistió con aquella prenda (mas pesada de lo que parecía) y con un par de zancos que encontró debajo de esta. Al abrir la ventana, una oleada de calor rompió con la frescura de su habitación. La puerta daba a un pasillo de madera, con varias habitaciones mas, y unas escaleras al fondo. Bajó por las escaleras y se encontró en lo que parecía ser un salón con un sofá verdoso, varios cuadros colgados en la pared y estanterías las cuales sostenían fotografías e ídolos religiosos. Al bajar, de una habitación de al lado salió una joven ishbalí, que aparentaba tener menos de diecisiete años, la cual portaba ropa para tender. Al girarse, lo vió ahí plantado ,mirándola fíjamente sonrió avergonzada.

- ¿Hola eh? - Dijo la chiquilla con un tono irónico, sonriendo abiertamente



- Uh...eh... hola... ¿donde estoy?



- En una casa de las afueras. Llevas aquí tres días



- ¿¡ tres días!? - Exclamó Aris



- Pues sí, eres la persona menos tolerante al calor que conozco



- Vaya... siento haberos dado tantos problemas.



- No te preocupes, es lo menos que podemos hacer. Nos llegaron noticias de lo que hiciste en el tren, ¡eres un héroe!



- No por favor, yo no hice nada...



- ¡Anda ya! - Protestó la joven, haciendo caso omiso de Aris. - Por cierto... ¡te queda muy bien!



- Oh, vaya, ¡gracias!, lo que no se es como podeis soportar el calor, parece que esta tela abriga - Dijo Aris



- Jaja, que poco acostumbrado estas a Ishbal. No te preocupes, ya verás como no dá tanto calor. Por cierto - Lo miraba la joven fíjamente- Te llamabas Aris, ¿verdad?



- Asi es. ¿Y el nombre de mi salvadora quien es?



La joven rió antes de darse la vuelta



- Callista, extraño nombre, ¿verdad?



- ¿En serio?, a mi me gusta



- Vaya, gracias. - Respodió, mirándolo de reojo



- Hey, amestriano, menos mal que te he encontrado - Interrumpió una voz masculina.



Aris se giró y pudo contemplar una figura alta, bastante mas alta que el, con pelo rubio y barba de una extraña forma. Ofreció su mano al joven, el cual la estrechó con fuerza.



- Encantado, soy Aris - Dijo el joven



Callista salió de la cocina y se sorprendió al ver al hombre, y sonrió al reconocerle.



- ¡Miles, no te esperaba aqui!



Aris miró sorprendida a la joven, para luego fijar sus ojos en el hombre.



- ¡Así que eres tu! - Dijo sorprendido



- Sí, pero la verdad es que esperaba tu llegada mucho antes. Hace ya tres días que me llamó Roy, y solo se tarda un día en tren... - Dijo Miles, mirando a Aris con sus fuertes ojos rojos



Aris agachó la cabeza avergonzado, tornándose su piel de un pálido color rojizo



- Yo... anduve por el desierto pero... me desmayé y bueno... - Intentó disculparse



- (Menudo alquimista de fuego...) - Murmuró Miles (aunque Aris lo escuchó y se avergonzó mas aún) - Bueno, no te preocupes, me temo que tenemos trabajo, y mucho



- Le escucho - Se preparó a oír el joven



- Con vuestro permiso, he de ir a hacer unas compras, no tardaré. - Dijo Callista



- Oh, claro - Respondió Aris



- Oye, Callista, ¿te importa si nos sentamos aqui? - Le preguntó Miles, indicando con su dedo la mesa



- ¡Si, claro, siempre es bueno tener visita! - Respondió Callista sonriendo, para despues abandonar la estancia.



Miles le indicó a Aris que se sentase, y una vez que ambos estuvieron sentados, comenzó a hablar.



- En primer lugar, ¿te ha comentado Roy algo sobre para que has venido?



- Pues - Dijo Aris haciendo una breve pausa para apoyar su cara sobre uno de sus brazos - Me dijo que teníais problemas con una revuelta o algo parecido.



- Algo así... - Comentó Miles, colocándose unas gafas de sol pequeñas y circulares - Digamos que una parte de la población Ishbalí nunca aceptó el hecho de que Amestris colaborase en la reconstrucción de nuestra tierra... lo ven como una afrenta a Dios.



- En cierto modo, es comprensible... los mismos que una vez masacraron su tierra, parecerá raro que de repente quieran ayudar en su reconstrucción - Dijo Aris



- Así es. El caso es que llevan años reuniendo gente y armamento suficiente como para llamar la atención. Atacan a todas las caravanas provenientes de Amestris, así como todos los pueblos que los alojan. Quieren el cese de las ayudas, a cambio del cese de los ataques.



- Intercambio equivalente... menudos idiotas, evitar que su pueblo sea reconstruído y que se salven vidas unicamente por no gustarle las manos de aquellos que brindan ayuda...



- Si, algo así. El caso es que queremos que unas tus fuerzas con nosotros, y que nos ayudes a que terminen las matanzas, la tierra de Ishbal lleva toda su historia marcada por la sangre de sus propios habitantes, no queremos que haya más. - Dijo Miles, entristecido



- En ese caso, estaré encantado de ayudar - Dijo Aris, levantándose de la silla



Mientras Miles se levantaba de su silla, sonó una tremenda explosión, que hizo temblar los cimientos de la casa, haciendo caer arenisca del techo.




- ¡Pero que cojones!



- ¡Una explosión! - Gritó Miles, furioso. - ¡Vamos fuera, rápido!



Aris asintió y abandonó la casa. Al salir, el cálido sol Ishbalita acompañaba al humo y gritos provenientes de las casas, algunas de las cuales comenzaban a derrumbarse, aunque afortunadamente la gente podía salir de ellas a tiempo. De lejos se escuchaban unos disparos, así que Aris y Miles se dirigieron al mercado, de donde provenían los disparos.



Al llegar, se escondieron detras de un puesto para evaluar la situación. Era dificil ver a los rebeldes ishbalitas, ya que la gente no paraba de correr por todos lados, para esconderse en los puestos.



- Hey, alli están. - Habló Miles, haciendo una señal a Aris con la cabeza



Aris se asomó con cuidado y pudo ver a seis hombres encapuchados armados con rifles, apuntando desde un vehículo detenido. Afortunadamente, parecía que toda la gente se había puesto a cubierto. De pronto, uno de ellos bajó del vehículo. Bastante rudo y musculoso, parecía de aquellos que utilizaban mas la pistola que el cerebro.



- ¡Atención, perros falderos de Amestris, traidores a vuestra tierra!. El pájaro azur ha llegado a esta tierra para liberarla y purificarla de las aberraciones cometidas por nuestro enemigo. ¡Preparaos!



Tras terminar su discurso, abrió fuego contra los puestos de hortalizas tras los cuales se ocultaba la gente, la cual corrió despavorida. Algunos fueron alcanzados por los disparos y yacían en el suelo, aunque no parecían tener heridas graves



- ¡ Hay que hacer algo! - Gritó Aris, pero Miles impidió que abandonase la cobertura.



- Espera. Mira, por los edificios, si vamos por ahí, podremos cogerlos desde atrás.



- Pero la gente...



- O eso, o perderlos a todos, hay que elegir.



- Pero debe de haber un modo... - Susurró Aris



- En la vida impera la ley del mas fuerte, chico. Si no te adaptas mas rápido y mejor que los demás, estas muerto.



- ¡Me es indiferente!, ¡tenemos...!



Aris no pudo terminar de hablar, pues un enorme grito surgió detras suyo. Ambos miraron hacia atras y vieron a uno de los hombres agarrando a una mujer por los pelos.



- Vaya, traidora, ¡si que te ha agraciado Dios con un gran atractivo. Lástima que tu sangre corrupta salpique el suelo como todas las demas.



Cuando los cabellos oscuros de aquella chica descubrieron su rostro, solo pudo provocar un gesto de horror en el rostro de Aris, el cual contempló como aquella figura quejumbrosa era la joven ishbalí que lo había acojido en su casa.



- ¡Callista! - Dijo, poniéndose en pié.



- ¡Estupido, quieren provocarnos, o no te das cuenta! - Dijo Miles, arrastrando al joven de nuevo a cubierto



- ¡Pero no podemos quedarnos sin hacer nada!



- ¡Aaah, así que esta perrita faldera es amiga vuestra, ¿eh?!. Jajaja, lástima, quería conocerla mas... a fondo.



- Miles... están armados, tienen prisioneros y nosotros solo somos dos, ¿donde cojones está el ejército?



- Nunca hubiesemos imaginado que vendrían hasta aquí, todos los soldados están destinados a los focos de la revuelta.



- Mierda, ¡tenemos que hacer algo! - Gritó Aris



- ¡Hay mucha sangre mancillada que derramar y no voy a estar aquí perdiendo el tiempo, nuestros muchachos van a venir y no consentiré que me roben mi gloria!. ¡Tanto si quereis salir como si no, esta perra morirá aquí mismo! - Gritó el hombre



Acto seguido, lanzó a Callista al suelo, haciéndole el suficiente daño como para quejarse. En el mismo instante en el que desenfundaba una pistola y apuntaba a la cabeza de la joven, la cual contemplaba aterrada su final, un muro de sólido hielo separó a a joven de la trayectoria de la pistola. El hielo continuó creciendo hasta cubrir a Callista por completo, encerrándola en una transparente cúpula de metal.



Aprovechando la sorpresa del rebelde, Aris atacó, provocando una intensa llamarada en las manos del hombre, haciéndole soltar el arma y provocándole quemaduras muy graves. El hombre se retorcía de dolor mientras que Miles salió de su escondite y apuntó con su arma a los hombres de atras, los cuales venían a intentar socorrer a su amigo. Con dos tiros limpios en la frente, logró abatir a un par, que se precipitaron silenciosamente al suelo. Sus compañeros abrieron fuego tambien, alcanzando a Miles en el estómago y haciéndole caer al suelo.



- ¡Miles! - Gritó Aris antes de ayudar a Miles a ponerse a cubierto



- No... te preocupes, comparado con mis tiempos en Briggs, esto es un juego de niños. Aris... - Balbuceó el hombre mirando fíjamente a los ojos del joven. - Hazme... un favor. Sálva a Callista, ¿vale?



- ¡Pero yo!



- Se que Roy te habrá pedido que no derrames sangre, pero hay veces en las que tienes que tomar una decisión importante... hoy es una... de ellas - Susurró el herido antes de desmayarse.



- No te digo que no mates, pero no derrames sangre inocente



- (No son inocentes. Al igual que los del tren, son asesinos. Han venido a arasar el lugar, a extinguir toda vida humana... pero... me da miedo... no se si podré soportar la carga de haber robado una vida humana...)



- Triunfa... donde nosotros fracasamos



- (¿¡ Que hago!?)



- Donde nosotros fracasamos



- (Yo...)



- Aris, cielo, el mundo te ha reservado un destino cruel. Pero tu padre y yo estamos aquí para protegerte. Vive... hijo mio



- Un instante despues Aris se levantó y con un chasquido incendió las armas de sus enemigos, los cuales se quejaban entre gritos y maldecían al joven. Aris se derrumbó en el suelo, respirando aliviado, pero sintió como le colocaban un pequeño cilindro en la nuca.



- Tu... ¡hijo de perra! - Gritaba un hombre detrás suyo. - ¡Como te has atrevido, pagarás con tu sangre las manos de todos mis compañeros. ¡Levanta!



Aris obedeció y se puso en pié, mientras notaba como la presión del cañón del arma se acrecentaba. Aquel hombre parecía estar regocijándose de lo que sin duda era su “deporte”. Un fuerte clac indicó el inicio del final. El arma estaba cargada...



Pero en vez del disparo, se oyó un fino y casi musical silbido acercándose a ellos, para despues escuchar el rasgar de la carne, como si clavasen un cuchillo en un trozo de ternera. El hombre se desplomó en el suelo con gran estrépito. Aris, bastante asustado, contempló con horror como una fina cuchilla transparente se había hundido en la sien de su captor. Bajó las manos y respiró aliviado, pero un enorme grito interrumpió su muy breve descanso.



- ¡Tu, ¿se puede saber que estas haciendo?!



Aris miró en la dirección de la que provenía la voz. Una joven Ishbalí, delgada y alta, se dirigía hacia donde él, curvada y totalmente furiosa. Cuando sus finos y lisos cabellos dejaban entrever su rostro, se podía contemplar que el ojo derecho era rojo intenso como era de costumbre entre los ishbalitas, pero sin embargo su ojo izquierdo era de un intenso azul. No obstante, aquella misma furia se dejaba ver en sus ojos. A diferencia de los militares y de los ciudadanos, la mujer no iba vestida con una túnica, sino con un negro chaleco de manga corta y una camiseta blanca que cubría unos grandes pechos. De cintura para abajo, vestía unos pantalones azul oscuro y unas botas negras, las cuales hacían un curioso sonido al contactar con el suelo.



Al llegar, se detuvo a escasos centimetros de Aris, con una cara que destilaba ira. Sin

mediar palabra, cerró su puño y golpeó a Aris en la cara, haciéndole caer.



- ¿¡Se puede saber que te pasa!? - Le gritó



Aris se incorporó, mirando fíjamente a la agresora. Sintió un hilo de sangre caer del labio, el cual se limpió con la mano.



- ¿¡Se puede saber que es lo que te pasa a ti!? - Respondió



- ¡Estúpido, han estado a punto de matarla y no has hecho nada!



Aris giró la cabeza y se mantuvo en silencio. Tras un gesto de desprecio de la joven, sacó un pequeño cuchillo del bolsillo, el cual clavó en la cúpula que protegía a Callista, la cual había perdido el conocimiento, seguramente debido al shock.



- ¡Haz algo útil y llévala a su casa! - Ordenó la joven, mirando fíjamente a Aris en los ojos.



Mientras el joven se levantaba, ella se acercó a Miles, observando la herida.



- (Bueno, parece que la bala ha salido. Pierde sangre, pero se recuperará) - Pensó la joven, antes de volverse hacia Aris. - ¡Eh, tu, ayudame a levantarlo!



- Así que eras tu... estas del lado amestriano, del lado impuro, tal y como esperabamos.



La chica se dió la vuelta antes de ver la sonrisa en el rostro de uno de los compañeros del asesino ishbalí. A pesar de tener las manos totalmente quemadas, sostenía un cuchillo entre ellas.



- Tu... verguenza del pueblo y de la sangre. ¡Vas a morir!



El fornido hombre cargó levantando el cuchillo contra la mujer. Aris desenfundó su espada, pero no tuvo ocasión de utilizarla. La chica se tomó un corto tiempo en comteplar de que modo atacaba su adversario, para luego dar un paso adelante, colocarle ambas manos en el torso, y lanzarlo por los aires a una considerable altura, cayendo con gran estruendo, bajo la sorprendida mirada del Amestriano, el cual no podía dejar de pensar en la sobrehumana fuerza que debía de tener aquella mujer. Tras el golpe, el ishbalí perdió el conocimiento, pero continuó con vida.



- Pero...pero como... - Tartamudeó Aris



- “Si sabes como fluye la energía de tu enemigo, podrás utilizar esa energía contra el” - Dijo la chica



- ¿Que?



- Es algo que solía decir mi maestra. Vamos, tenemos que llevarles a casa.



Tras asentir, Aris cargó con Miles desde el mercado hasta la casa de Callista, donde un médico curó sus heridas, las cuales afortunadamente no eran graves. Ambos esperaron pacientemente el diagnóstico del doctor. Tras unos veinte minutos, bajó las escaleras. Era un médico amestriano, de pelo negro y ojos marrones, aunque de piel pálida.



- Las heridas físicas no son importantes, ni siquiera en Miles. No obstante, me preocupa la herida psicológica que ha debido de sufrir la muchacha. Conozco un psiquiatra muy bueno en Leos, le daré el teléfono.



- Gracias, doctor Harold. - Dijo la mujer, levantándose y recibiendo la tarjeta.



- Insisto, por favor que acuda al psiquiatra, demasiado sufrimiento hay en Ishbal como para que haya más, pudiéndose evitar.



Tras asentir, el doctor abandonó la estancia y la ishbalí y Aris se quedaron solos. Ella se sentó de nuevo, suspirando y mirando al joven.



- Bueno, parece que estan bien. ¿Tu que tal?



- Bien, bien, no tengo ninguna herida. - Respondió Aris



- Oye - Comentó al ver el cachete morado del alquimista. - Siento el golpe, fué innecesario. Me puse nerviosa y...



- No te preocupes - Dijo Aris, acomodándose en la silla. - Fuí un necio, y casi paga Callista mi estupidez... si no llegas a estar ahí, ahora no estaría en su cama.



La joven suspiró y cerró los ojos.



- Por cierto, aún no se como te llamas - Preguntó el joven



- Pues... aunque esos bastardos opinen que mi existencia no debería de permitirme tener un nombre ishbalí, me llamo Arisha.



- Arisha eh... (bonito nombre, la verdad)



- Y tu eres Aris, ¿me equivoco?. El discípulo de Fuego



- Sí, algo así - Respondió Aris



- Bien, espero que puedas ayudarnos, andamos escasos de personal.



- Claro, no te preocupes, haré todo lo que pueda.



- En ese caso, acompáñame por favor - Le indicó Arisha



Ambos salieron de la casa y caminaron por la calle, mientras se podían contemplar las casas emitiendo una grán cantidad de humo. No obstante, parecía no haber heridos, lo cual era un alívio.Las famílias se aglomeraban alrededor de sus casas, todas con gestos de tristeza y lágrimas cayendo por su oscura piel.



- Pobre gente... - Murmuró Aris



- Si... la historia de mi pueblo está marcada por la sangre... por eso me empeño en erradicar este sufrimiento.



- Pero... cortas de raíz el sufrimiento de unos a costa de la muerte de otros... - Protestó el joven



- ¿¡Y que solución propones!? - Gritó la joven, mirándole a los ojos. - ¿¡Crees que es tan facil como darles lo que quieren!?



El alquimista miró a la joven, la cual la miraba como si fuese un crío ingénuo.



- Mi maestro, para liberar su país, tuvo que arrasar el tuyo. Cumplió su objetivo, pero el peso de aquellas muertes ha quedado siempre grabadas en su mente. ¿Serás capaz de soportarlo?



- Si es lo que se debe hacer, que remedio...eres demasiado inocente.



La chica se dió la vuelta y montó en uno de los camiones. Aris hizo lo mismo, saludando a los soldados que allí se encontraban.



Lejos de allí, a unos ochocientos kilometros, en una colina rodeada del árido desierto, una fortaleza de metal se erigía, siendo azotada por los fuertes vientos y el calor. En su interior, había un patio rícamente decorado. Entre telas y libros, un hombre de blanca piel tomaba una copa de vino sentado en una silla de carmín tapiz. Su paz fué interrumpida por un golpeteo en la dorada puerta de la habitación.



- Adelante - Canturreaba el hombre balanceando su copa.



Un tosco ishbalí entro por la puerta, portando una túnica azul.



- Mi señor Olsen, ya vienen



El hombre colocó su copa en la mesa, tirando y acomodando su blanco e impoluto traje de chaqueta.



- En ese caso - Dijo, mostrando alegría en sus marrones ojos - Creo que es hora de empezar



Y así el blanco hombre salió de la habitación, para preparar su oscuro deseo.




Tras seis o siete horas de un accidentado y caluroso viaje, Aris y Arisha llegaron, junto con varios camiones de soldados a un campamento militar, situado en la proximidades de un extraño complejo erigido sobre una curiosa colina.



- ¿Se puede saber que es eso? - Preguntó



- Las explicaciones para luego, chico - Respondió un militar ishbalí - Ahora debemos prepararnos, habrá tiempo para hablar.



Aris asintió y esperó a que el camión se detuviese. Todos bajaron y, según le fueron indicando, se dirigieron a sus tiendas de campaña. Aris entró en la suya, una pequeña tienda con dos camas, una ténue luz y una mesa metálica en el medio.Se tumbó en una de ellas y suspiró, agobiado por el calor.



- Puf... no se que tendrá que ver esto con el entrenamiento, ni en que me va a ayudar a mejorar como alquimista. - Pensó,



Tras meditar un segundo, dió un respingo y se puso de pié, asustado.



- El...el... ¡el libro, donde está el libro!... ¡Mierda, el reloj también, lo llevaba en el traje y! - Se paró de seco al darse cuenta, tornándose su cara en blanco - ¡Me lo he dejado en casa de Callistaa!



El joven comenzó a agitarse de forma nerviosa por toda la estancia, para luego tirarse en la cama y revolverse sucesivas veces. No sintió la otra presencia que entró en la tienda, la cual lanzó con fuerza una bolsa a la cara del joven alquimista cuando este se hallaba boca arriba, golpeándole en la cara y asustándolo.



- ¡Pero que cojones!... ¿quien?



Al levantar la mirada, vió a la joven Arisha, con los brazos cruzados, mirandole con una casi imperceptible sonrisa.



- Anda, crío, espero que no seas tan descuidado la próxima vez.



Aris contempló la bolsa y abrió la cremallera, iluminándose los ojos al comprobar que su traje, cuaderno y reloj se hallaban dentro. Casi pareciendo teletransportarse, abrazó a la joven alquimista.



- ¡Dios, gracias, no hubiera sabido que hacer si lo hubiese perdido! - Dijo el joven emocionado



Tras estas palabras, hubo un momento de silencio incómodo. Aris salió de su ensimismamiento para comprobar que estaba presionando los pechos de la alquimista, lo cual parecía enfadarla. Al igual que el joven, la mano de Arisha casi se teletransportó a gran velocidad a la cara de Aris, con un sonido fuerte y seco. El joven se apartó, sorprendido y tocándose la cara en la cual lucía una marca colorada de una mano. Arisha abandonó la estancia con la cara tan colorada que ni su oscura tez podía ocultarlo, bajo la atenta mirada de algunos soldados, de los cuales muchos reían y unos pocos se sorprendieron. Aris se tumbó en la cama, maldeciendo la estúpida reacción que había tenido, tan infantil e inconsciente. Tras pasar unos minutos, decidió vertirse con el uniforme de su maestro, así como guardó el reloj de plata colgado en el bolsillo, aunque mantuvo la capa que le dió Callista, poniéndosela por encima, para ver si evitaría el calor. Al vestirse, cogió el libro y lo abrió, sentándose en la cama y hojeándolo.



- Nombre, lugar, método. Adalia, aire... Todo está en el aire... automóviles que entran y otros que salen... sigo sin comprenderlo.



- Señor Aris, el mando le espera, yo le guiaré,



Guardó rápido el libro y se levantó, asintiendo al soldado que acababa de entrar y siguiendole hasta una tienda verde enorme, en la que al entrar se encontraban reunidos alrededor de una mesa varios altos cargos, ataviados con medallas en sus trajes militares. Eran seis personas, cuatro hombres y dos mujeres (siendo Arisha una de ellas, que al entrar Aris, le apartó la mirada, con su cara colorada). La otra mujer, al otro lado de la mesa, era una joven rubia de ojos verdes, amestriana, de pelo corto y piel lisa. El hombre de su lado era un tosco amestriano, musculoso y calvo, de labios muy gruesos. A diferencia de su delgado compañero de la derecha, el siguiente parecía el típico especialista en inteligencia. Bajito, con gafas, sin apenas músculo y con una gran frente. Los otros dos hombres eran gemelos, ya mayores, de elegante porte y piel oscura, ligeramene arrugada. La única característica capaz de diferenciarlos era que ambos presentaban diferentes estilos de barba. Uno de ellos tenía un bigote con puntas hacia arriba, mientras que la cara del otro la cubría una ligera barba plateada.



- Ah, señor Aris, entre por favor - Le indicó el musculoso oficial



Aris observó que habían dos asientos libres, así que se sentó al lado del joven delgado.



- No podemos empezar todavía, falta alguien por llegar. Mientras tanto, si no le es molestia, nos gustaría hacerle algunas preguntas. - Le dijo uno de los gemelos barbudos.



Aris asintió y el hombre del bigote en punta tocó una de ellas con la yema de sus dedos, antes de comenzar a hablar.



- Usted ha sido discípulo del ex-generalísimo Mustang, ¿verdad?



- Así es



- Podemos deducir entonces que habrá recibido un duro entrenamiento



- Supongo que si, pero no comprendo adonde quiere llegar. - Respondió el alquimista, haciendo oidos sordos a la risa corta e irónica de Arisha.



- Adonde quiero llegar, señor Aris, es... si usted tiene experiencia de combate.



- Bueno... se pelear pero...



- ¿Ha matado alguna vez, señor Aris? - Preguntó la joven amestriana



- No... lo cierto es que no



- Joven - Se dirigió al presionado alquimista el otro de los gemelos. - En esta misión estamos arriesgando mucho. No solo su vida esta en juego, sino el futuro de todos nosotros, al igual que las vidas de miles de ishbalíes, puede decidirse esta noche. Por ello necesitamos que esté dispuesto a darlo todo, no podemos fallar. No podemos confiar en alguien que



- Si de verdad es el discípulo de De Fuego, confío en el. - Dijo una voz varonil a su espalda.



Aris giró su cabeza y contempló a un hombre ishvalí, de pelo blanco y negro, de complexión delgada pero bastante musculoso, aunque la mayor curiosidad de aquel hombre se encontraba en su cara, la cual atravesaba una grán cicatriz en forma de equis.



- Ah, al fin llegas, ya pensabamos que te había pasado algo. - Dijo el joven delgado



- Lamento la espera - Dijo el hombre haciendo un gesto de disculpa. - Recibí noticias de lo ocurrido con Miles y quise ver como estaba.



- ¿Y? - Preguntó Arisha



- No te preocupes, se repondrá, aunque dice que la próxima vez intentes llegar antes de que le disparen.



Arisha emitió una sonrisa, mostrando de forma involuntaria el gran cariño que sentía hacia Miles.



- Siéntese, por favor. - Indicó el hombre musculoso, al cual obedeció



- Ahora que Táher ha llegado, comencemos la reunión. Como hemos podido comprobar todos, desde hace unos días, los miembros del Pájaro Azur se ha replegado en esta fortaleza. No sabemos que pretenden ni la razón por la cual cesaron sus ataques, pero este es el momento de terminar con ellos.



- ¿Alguna idea de cuantos pueden ser? - Preguntó Arisha



- Nada - Respondió el hombre delgado, negando con la cabeza - Suponiendo que todas sus fuerzas se encuentren allí, no serán pocos.



- ¿Y nosotros? - Preguntó el hombre de la cicatriz



La joven amestriana recogió unos papeles y comenzó a buscar en ellos.



- Contamos con unos trescientos, cien médicos y treinta miembros de equipos de demolición



- Poco, demasiado poco... - Comentó Aris



- Lo sabemos, pero para eso estás tu aquí, joven alquimista - Dijo tajántemente uno de los dos gemelos.



- Bueno, si el chaval no sabe luchar, tendremos que pensar otra cosa.



Aris puso sus manos sobre la mesa y enfadado, se dirigíó a todos los allí presentes.



- ¡Ya está bién de jueguecitos, ¿no creen?!. ¡¿Tengo que asesinar a cientos de personas para que confíen en mi?!



Todos en la sala, a excepcion de Arisha, mostraron en sus rostros el asombro de ver al joven enfadado.



- Si con ello logras salvar la vida de los demás, sí. - Respondió Arisha, con toda tranquilidad.



Aris se sentó en la silla de nuevo, emitiendo un sonido de desaprovación. El hombre musculoso se levantó, colocando un mapa enorme de las instalaciones.



- Nuestros dos hombres infiltrados han logrado enviarnos este plano del edificio. Hay tres entradas, la principal, la trasera y una puerta oculta existente en un muro. Al parecer, esa puerta lleva a los sotanos, que conectan con la sala del jefe.



- Al fin dimos con el... - Dijo la joven amestriana



- Si, pero no sabemos si estará en el interior del edificio. Nuestra idea es asestar un golpe lo suficientemente fuerte como para debilitar sus tropas. Si su lider está o no, no es importante. El plan es el siguiente: Nuestros infiltrados nos han asegurado poder tener abierta la puerta secreta en el muro oeste. Un grupo pequeño, de dos o tres hombres, deberá infiltrarse desde ahí, descender a los sotanos y reportar las acciones, en caso de ver algo sospechoso. Mientras tanto, los demás atacaremos por la puerta de atrás. Teniendo en cuenta que saben que estamos aqui, dudo mucho que la sorpresa dure demasiado, por lo tanto hay que tener cuidado. Tenemos explosivos, así que podremos volar la puerta y entrar en la fortaleza. Mientras tanto, el grupo del sótano deberá moverse a la sala del director, y si está allí... haced lo que os venga en gana con el, sirve igual vivo o muerto. ¿Alguna pregunta?



- Estamos en clara inferioridad numérica, ¿no llegarán refuerzos? - Preguntó el hombre de gafas



- Pues, a decir verdad... - Interrumpió el hombre del bigote en punta - Nos enviarán unidades de refuerzo al llegar la mañana. Ya están de camino, pero debemos atacar con lo que tengamos.



- Me parece perfecto, ¿pero quien irá por los túneles? - Preguntó Arisha



- Curioso que lo preguntes, Arisha, porque precisamente íba a proponerte a ti - Comentó el hombre robusto



- Me parece perfecto. - Dijo Arisha convencida



- Iremos el chico y yo - Interrumpió el hombre de la cicatriz



Un silencio sepulcral retornó de nuevo a la sala, hasta que uno de los gemelos lo cortó.



- Pero Tahér, creo que este joven...



- Este joven estará perfectamente capacitado para cumplir su deber. Yo me aseguraré de ello



- ¡Pero que pasa conmigo, yo...!



Las palabras de Arisha fueron interrumpidas de nuevo por el hombre



- Tu, como nuestra alquimista con mas experiencia en combate, y al ser capaz de proteger a los demás, deberías apoyar el ataque principal



La alquimista bajó la mirada, pensativa, durante unos segundos.



- De acuerdo, haré lo que me pides..



- Gracias



- En ese caso, si no hay mas preguntas... comenzamos en cuatro horas. La reunión ha terminado - Dijo el hombre musculoso, antes de que todos se levantasen y abandonasen la habitación.



Aris abandonó la estancia, cuando un susurro lo detuvo. Miró a su derecha, para ver al hombre de la cicatriz, el cual le hacía señas para que lo acompañase. Así lo hizo, y estuvieron caminando durante mucho tiempo, sin mediar palabra. Al salir del campamento, el hombre se detuvo sobre una roca, haciendo el joven lo mismo.



- Señor Tahér, quisiera decirle...



- No me llames así. Hace mucho tiempo que renege de mi nombre, y al volver a mi tierra como un hombre vacío, decidieron llamarme así. Suena mal y me trae malos recuerdos, te agradeceria que me llamases de otro modo.



- ¿Como debo llamarle entonces? - Preguntó Aris



- Pues... he sido llamado Scar durante tantos años... que ya lo siento como mi propio nombre. Llámame así si lo deseas.



- Está bién, señor Scar



- Dí pues, ¿que querías decirme? - Preguntó el ishbalí, sin dejar de mirar hacia delante



- Verá, en primer lugar, quería decirle que mi maestro le envía saludos



- Mustang... nunca supe si odiar a ese hombre o darle las gracias - Dijo Scar, suspirando.



- No le entiendo...



- Masacró a mi gente, destruyó nuestra fé y sembró la angustia en esta tierra, junto con sus compañeros. Sin embargo.... cumplió su palabra, y si tenemos algo que defender hoy día, es gracias a el



- Créame, vivirá con esa pena toda su vida



- Bueno...no podría ser de otro modo... ¿Que más querías saber? - Cortó el tema



- Querría saber por que quiso ir conmigo, pienso que Arisha es mas adecuada para el trabajo.



El hombre reflexionó durante unos segundos, antes de hablar.



- Cierto, no te quito la razón. No obstante... ¿Prefieres estar en frente y verte obligado a asesinar a muchas personas?



Aris quedó mudo, imposibilitado de articular palabra



- Yo... tampoco soy un inutil... - Dijo tras unos segundos



- Cierto, estoy seguro de que no lo eres. Aris, en este mundo te verás obligado a hacer muchas cosas. Quitar una vida es cruel e inhumano, pero si no sintieses lástima al hacerlo, serías un monstruo.



- Ya pero...



- Un favor he de pedirte, muy personal. Yo caí hace muchos años en la venganza y el odio hacia aquellos que destruyeron todo lo que amaba. Tu maestro en una ocasión casi dejo llevarse por ese mismo sentimiento. La venganza es un círculo empozoñado, Aris. Con el odio solo generarás mas odio, y ese círculo no se cerrará hasta que ambas partes hayan muerto.



- Mi maestro.... no lo sabía



- Si debes de matar, hazlo. Pero que sea para luchar por aquello que crees, y para defender aquellos que aman. Míralo desde la perspectiva de vuestra adorada alquímia. Destruyes al luchar, pero luchas para crear. Protege aquello que amas, destruye aquello que intente arrebatartelo.



- Esta bien... protegeré aquello que quiero, pero intentaré evitar el mayor número de muertes posibles.



- Me alegra oir eso. Eres el primer alquimista que conozco que tiene un grán corazón, a pesar de tener una grán inmadurez



- ¡Eh! - Se quejó el joven, provocando la risa del hombre



- Eh, es broma, descuida. Por cierto, ya que pareces de confianza, quisiera comentarte una cosa.



- Es... sobre Arisha, ¿verdad?



- Si... Veras, durante toda su vida se ha visto sola, sin sitio al que llamar hogar.



- Pero... es ishbalita, ¿no?



- No exactamente. Viste sus ojos, ¿verdad?



- Si. Es extraño, tiene cada ojo de un color diferente.



- Ese detalle es la marca de su sufrimiento. Hace muchos años, cuando tu maestro era aún coronel, un médico amestriano acudió, a pesar de la prohibición del gobierno de Bradley, a los poblados que aún sobrevivían en Ishbal. Durante sus viajes, atendió y salvó muchísimas vidas, a pesar del odio que algunos ishbalitas sentían hacia el. Un día, tuvo que atender a una joven, que había pisado una mina, hiriéndole por todo el cuerpo. Al parecer, aquella chica pidió al doctor que la sedase y dejara morir, ya que si lograba sobrevivir, perdería ambas piernas y posiblemente los brazos. Como un cabezota, se negó, y prometió que salvaría su vida y sus extremidades. Y así fué. Casi faltó a su promesa, pero pudo conseguirlo. La chica nunca supo como agradecerselo, y el estuvo a su lado durante todo el largo proceso de rehabilitación. Poco a poco, ese vínculo se fué acrecentando, terminando en una unión de la cual surgiría una niña, producto de una singular mezcla de sangre.



- Arisha... - Murmuró el joven



- Así es. Arisha es medio ishbalita, medio amestriana. Una extraña mezcla que en los tiempos de King Bradley logró provocar la íra de ambos pueblos, al ver en esa niña una afrenta, de igual odio, aunque por diferentes razones.



- Que estupidez...



- Eran... otros tiempos. La cuestión es que... un día, en su propia casa, un destacamento de Amestris entró por la fuerza, demandando ver a la niña. Su padre intentó protegerla, pero fué asesinado de un disparo. Su madre, sin embargo, sufrió un destino mas temible aún. Despues de negarse varias veces a responder donde estaba Arisha, fué torturada y violada, para despues ser asesinada. Los soldados terminaron retirándose, al buscar inutilmente en la casa. Pero... la niña si estaba allí.



- Entonces...



- Si, lo escuchó todo. Se encontraba en un pequeño sótano oculto debajo de una cama. Era muy común en aquellos tiempos el construirse aquellos refúgios.



- Es.... increíble - Murmuró el joven, conmicionado



- Y eso no es todo. A pesar de todo lo vivido, logró salir adelante, aunque como es obvio, aquello la marcó de por vida. Al cumplir los dieciocho, conoció a un joven ishbalí, bastante loco y apuesto. Era algo infantil e impulsivo, pero conseguía sacar algo de ella que hasta entonces nadie había podido.



- ¿El que? - Preguntó el alquimista



- La risa. Algo tan simple como eso, conseguía hacerla reir, lograba que olvidase todos sus problemas, y sacaba a relucir lo mejor de ella. Aquella historia terminó mal, pero me temo que no hay demasiado tiempo para contarla.



- Vaya... yo pensaba que era una persona fría, pero nunca hubiese imaginado que pasó por todo eso...



- Antes, he visto como te miraba. Está claro que le recuerdas a ese joven, idealista e impulsivo, por eso es tan fría, simboliza un pasado que intenta repudiar.



- Así que era por eso...



- Aris, Arisha es una persona fría, no hay duda. Pero yo la conozco, sé que tiene un corazón que teme mostrar, y sé que tiene una fuerte voluntad para proteger aquello que quiere. Pero por desgracia, anhela la venganza, y guarda el odio en su interior. Ese camino puede terminar llevándola a su perdición.



- No puedes dejar que eso pase, Scar



- Yo no soy el mejor ejemplo a seguir como para cuestionarle lo que debe o no de hacer. Pero tu si, Aris. Por eso te pido un favor. El día que su rabia la posea, deberás detenerla.



- Está bién, tengo fé en que podré ayudarle.



- Lo sé... - Dijo antes de levantarse de nuevo. Ahora que tengo tu palabra, creo que es momento para que nos preparemos, va a ser una noche larga.



Aris asintió y acompañó a Scar de vuelta al campamento, en el cual se separaron, yendo cada uno hacia su tienda, a prepararse. Cuando Aris llegó a la suya, se sorprendió de encontrar a Arisha sentada en su cama, con actitud seria.



- Hola - Saludó al entrar el joven



- Como estás... - Preguntó Aris, incapaz de contener la lástima que sentía por la chica



- Bien, bien... quisiera hablar contigo un segundo



- Claro, adelante - Respondió el joven, sentándose al lado de Arisha



- Verás... - Se detuvo, pensativa durante unos instantes. - Sé que soy demasiado dura contigo, y quería disculparme



- Ah, ¡no te preocupes! - Dijo Aris en un tono algo exagerado



- Oye, Aris... ¿puedes hacerme una promesa?



- Claro, ¿que quieres?



- No mueras... ¿vale?



El joven quedó sorprendido, pero luego sonrió, asintiendo, lo cual provocó una sonrisa en la chica, la cual miró hacia abajo



- Bueno - Dijo Arisha, poniéndose en pié - Habrá que prepararse



- Si... ya casi salimos



- Bueno... que tengas mucha suerte - Pidió la alquimista, adelantando el puño cerrado hacia el joven



- Claro, ten cuidado, ¿eh? .- Contestó Aris, chocando con su puño cerrado el de la chica



Arisha abandonó la tienda, dirigiéndose a la suya. Aris, sin poder todavía creer que iba a entrar en un campo de batalla, se preguntó de nuevo que tenía que ver todo aquello con su entrenamiento. Tras ponerse sus guantes y asegurarse de que su espada estuviese bién fijada, se reunió con Scar a las afueras del campamento. La noche era oscura y carente de luna, pero aún así podían distinguirse las plateadas paredes del edificio. Mientras que el grueso del ejercito se dirigia a la entrada trasera, Scar y Aris se arrastraron por la arena, recorriendo unos trescientos metros (tarea que desgastó bastante a Aris), hasta llegar al muro acordado. Tal y como fué acordado, en aquel impoluto muro había una brecha, una puerta abierta, por la cual entraron los dos. Al hacerlo, encontraron a dos ishbalitas, uno con el pelo teñido de rubio y estatura normal, mientras que el otro era calvo y con gafas.



- Señor Scar, hemos esperado su llegada. - Dijo el calvo al verle - Quien... ¿Quien es ese joven que va con usted?



- Su nombre es Aris, es mi apoyo. - Respondió, haciendo caso omiso de las caras de asco de los dos hombres al ver al amestriano



- Será mejor que avancemos, deben de estar apunto de derribar la puerta. - Dijo el rubio, cerrando la puerta secreta.



Los cuatro hombres avanzaron por un pasillo largo y plagado de tuberias. Tras caminar bastante, llegaron a una extraña sala, oscura y plagada de jaulas vacías. Del techo caían extrañas gotas de líquido rosa, que se apagaban al impactar contra el suelo.



- Hemos de tener cuidado, esto no pinta bién - Susurró Aris



- Avancemos con cautela - Dijo el rubio



Tras seguir caminando, escucharon unos extraños y casi imperceptibles rugidos provenientes del fondo de la habitación. Los dos hombres apuntaron con sus rifles al lugar del que procedía el sonido, hasta descubrir una pequeña jaula. En su interior, un ser medio humano medio reptil se movía de forma confusa, emitiendo rugidos y sonidos guturales.



- No puede ser... - Dijo Scar



- ¡¿Que.... que es esto?! - Preguntó Aris, aterrorizado



- Han continuado con las aberraciones de aquel alquimista loco... maldito seas, Shou Tucker, hubiese sido mejor si no hubieses nacido



De pronto, el comunicador oculto en la oreja de Scar comentó a emitir un leve pitido.



- Aquí Scar, que ocurre...



Todos quedaron expectantes mirandolo



- Si... comprendo. No, no creo que pueda hacerlo solo. Será mejor que te centres en lo tuyo, no quieras oir lo que hemos encontrado aquí... De acuerdo, está bién, voy para allá



Scar miró hacia Aris, dándole su comunicador.



- Póntelo, contacta con la central si ves algo raro.



- ¿Que ocurre?



- Parece ser que las cosas se están complicado en el frente, precisan de mi ayuda, pero... no quiero dejarte solo



- No te preocupes, me las apañaré



- ¿Seguro? - Preguntó Scar, dudoso



- No se preocupe, señor, nosotros le cubriremos las espaldas - Dijo el soldado calvo



- En ese caso, buena suerte, Aris - Dijo antes de dar media vuelta corriendo



Tras asentir y desearle suerte en silencio, Aris continuó el camino junto con sus compañeros ishbalíes, hasta llegar a un oscuro ascensor



- Señor, este ascensor es el que comunica con el despacho del lider



- Estupendo, vamos allá, rezemos porque se encuentre allí



- Lo estará, no se preocupe, lo cogeremos - Dijo el rubio



Los tres hombres entraron en el ascensor, el cual fué subiendo lentamente, hasta que un enorme temblor sacudió el edificio, detuviendo el ascensor de inmediato y apagando sus luces



- ¡Mierda, han debido de derribar la puerta en este mismo instante! - Dijo Aris



- Si, ¡y no tenemos energía para seguir subiendo! - Dijo el hombre calvo



- ¡Mierda, mierda, que hacemos! - Preguntó Aris a nadie



Pero obtuvo pronto su respuesta. Entre el sonido de los disparos y aullidos de dolor que ahora sonaban, la luz volvió al ascensor, el cual continuó su ascenso



- ¡Venga, venga! - Pidió Aris



Tras pocos minutos, el ascensor llegó a su destino. Las puertas plateadas se abrieron, dejando ver una estancia rícamente decorada. Era una sala cuyas paredes eran cristales, con varias librerías y un mueble bar. En el suelo, una alfombra carmesí tenía bordado en oro unextraño círculo alquímico.



- Bien, bien, parece que ya ha llegado el mensajero.



Aris desenvainó su espada rápidamente al escuchar aquella voz. En la mesa, sentado, un hombre de blanca piel le sonreía.



- Tu... tu no eres un ishbalí - Dijo Aris, dando un paso al frente



- Así es, joven... Curioso que un amestriano dirija el movimiento ishbalí en contra de Amestris, ¿verdad?



- Ni lo se ni me importa, tu matanza acaba aquí. - Gritó el joven, antes de dar un paso



En el mismo instante en el que inició el movimiento, sintió dos cañones apuntar a su cabeza.



- ¡Ah ah ah!, me temo que no va a ser posible, jovencito... - Dijo el amestriano



- Pero, vosotros dos... - Dijo Aris a sus “compañeros”, sorprendido



- Vuestros infiltrados han muerto, imbecil - Dijo el hombre calvo



- Es una lástima derramar sangre de nuestro pueblo pero... es sangre podrida despues de todo.



- (Mierda, como he podido caer en algo tan estúpido...) - Pensó



- Ahora, señorito, lance su espada hacia aquí. - Ordenó el hombre del traje blanco, al cual Aris obedeció. - Aaah, bonita espada, aunque está hecha de un curioso material - Dijo al recogerla, caminando hacia Aris. - Comprobemos que tal funciona



Con rapidez, clavó la espada en el costado de Aris, el cual abrió los ojos, notando la sangre caer por su boca y por la herida. No contento con aquel sufrimiento, el hombre desplazó léntamente la espada hacia la dirección de la hoja, cortando poco a poco, para despues soltarla. Aris sentía que casi perdía el conocimiento, pero aún sufriendo el dolor sabía que debía aguantar. Estaba tan cerca del causante de aquel mal... tan cerca de demostrar su valía



- ¡Soltadle! - Ordenó el hombre



- Si señor Olsen - Obedecieron los esbirros



Aris cayó al suelo de rodillas, incapaz de moverse, siquiera de levantar la cabeza.



- Bien, será su sangre la que cumpla nuestro cometido.



La sangre del joven alquimista comenzó a llegar a la alfombra. Al rozar su sangre con el bordado dorado del círculo alquímico, este comenzó a brillar en azul, emitiendo una ténue luz que se fué acrecentando.



- Ya ha empezado, podeis deshaceros de el - Ordenó Olsen



Ambos hombres apuntaron a la cabeza del joven, pero sintieron un fino cuchillo clavarse en sus estómagos. Sus armas cayeron al suelo y ambos miraron a su asesino. Entre medio de ambos, una joven ishbalí tenía la cabeza agachada, mientras que con sus brazos extendidos sostenía ambos cuchillos, aún clavados en sus cuerpos.



- Tu... - Intentó decir uno de ellos, pero la chica extrajo sendos cuchillos de sus enemigos, para depues clavarlos de nuevo en sus frentes, terminando así con sus vidas.



- Vaya vaya vaya. Al fin aparece la grán Arisha. De hecho, hubiera querido que ocuparas su lugar - Dijo Olsen, riendo



- ¡Calla bastardo! - Gritó, mirando fíjamente a los ojos del imperturbable amestriano - ¡No voy a permitir que lo hagas!



- Oh, curioso, muy curioso. Lástima que no puedas evitarlo...



Arisha se acercó a Aris, el cual estaba practicamente inconsciente. Con sus ojos entreabiertos, pudo contemplar la figura de su salvadora. En aquel momento, la figura se Arisha se le asemejó a la de un angel, antes de balbucear su nombre.



- ¡Shh, no hables! - Le dijo Arisha - Aguanta aquí, ¿vale?



- V..vale... yo.. perd



- ¡Calla, no pienses que te voy a perdonar si te mueres ahora, tienes una promesa que cumplir!



- Es...cier...to... - Dijo por último el joven, antes de quedar inconsciente



Arisha colocó al joven en el suelo, para despues mirar a Olsen con rabia.



- Oh, vaya.. ¿Es tu segundo amado?. Oh, cuanto lo siento... ¡Pero no te preocupes, no estará solo!, estará con tus padres y con el otro...



Arisha transmutó en el aire una hoja helada y atacó gritando al hombre, pero su atauqe rebotó.



- Te lo dije, chiquilla, no podrás evitarlo



Tanta calma e impasividad provocó aún más la furia de la joven, la cual continuó atacando, pero todos sus intentos fueron frustrados.



- Ah, ¡ya está listo! - Dijo casi sintiendo placer - ¿Sabes?, me encanta saber que una de las vidas que voy a poseer, será la tuya.



El hombre comenzó a reir y se situó en el centro del círculo, el cual incrementó su luz. Del exterior se podía apreciar otro círculo mayor, brillando inténsamente en el mismo color. Arisha, sabiendo que no podría evitar lo que iba a ocurrir, y que no tenía tiempo de escapar, se colocó cerca de Aris, el cual continuaba inconsciente. Con uno de sus cuchillos, se hizo un corte en la muñeca, derramando sangre en el círculo dorado.



- Aris, no se si me escuchas o no, pero si es así, atiéndeme. No se si con esto podrás salvarte, pero es lo único que podemos hacer para escapar. Será un viaje movido... te espero al otro lado, recuerda tu promesa.



La joven abrazó al chico, mientras que sentía su cuerpo descomponerse léntamente. Observó por última vez a Olsen, viendo como debajo de el surgía un extraño y gigantesco ojo, y como unas negras y frías manos se llevaban fragmentos de su cuerpo y del de el joven. Cuando el último haz de fuerte luz azul se disipó, un silencio sepulcral invadió la fortaleza. Olsen, el cual aún seguía en el centro del círculo, rió al descubrir que ambos jóvenes se habían desvanecido. Tras examinar el vacío lugar, se agachó al suelo, recogiendo una brillante y ovalada piedra carmesí.



Se encontraba tirado en una sala blanca, en la cual no se podían diferenciar ni paredes, techo o suelo. Abriendo sus nublados ojos como pudo, observó una difuminada puerta gris, levitando a su lado y con un arbol extraño dibujado en ella.



- ¡Oh, tu otra vez!



Aquella difuminada voz le traía un sentimiento de intranquilidad y miedo. Giró su cabeza hasta contemplar una figura que acrecentó su temor. Un hombre totalmente blanco, carente de rasgos humanos, se encontraba sentado al lado de el.



- ¡No te asustes!. No soy tu enemigo



- Tu... el de mis sueños.. o...otra vez... - Balbuceó el joven



- Si, yo. No tengo que explicarte quien soy, ¿verdad?, jiji.



Aris intentó hablar, pero no pudo articular palabra, por lo que fué aquella extraña figura la que habló



- Dos veces has venido aquí... y ninguna de ellas has pagado ningún precio. No se como lo haces pero no me queda otro remedio que expulsarte.



Aris oyó una enorme puerta de piedra abriéndose, y unas frías manos levantándolo y llevándolo a una terrible, asfixiante y solitaria oscuridad.



- Buena suerte, alquimista - Dijo la figura, antes que las puertas a la oscuridad se cerrasen de nuevo, como ocurrió ya hace mucho tiempo