Mostrando entradas con la etiqueta Amor. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Amor. Mostrar todas las entradas

miércoles, 20 de abril de 2011

Nocturne Preludio 48 no 1 en C Menor



- Se acabó...

Susana, una joven de diecisiete años, de bello pelo castaño, ojos marrones y sinceros, y de piel blanca cual copo de nieve, caminaba cabizbaja bajo la lluvia en una calle de Plasencia. Su vida, hasta hace cuatro minutos genial y plagada de felicidad, se vió derrumbada totalmente ver algo que nunca hubiera ni tan siquiera imaginado. Mientras sus lágrimas recorrían sus ojos, mezclandose con las frías gotas de lluvia, no cesaba de decirse lo mismo una y otra vez. Se acabó.

Manuel, un chico de diecinueve años, amigo de la infancia y pareja desde hacía seis años. Hasta hace poco, su mejor amigo, su amado y confidente, su pasión y debilidad.

Susana, como todos los viernes, cansada de los estudios y del trabajo de la tarde, deseaba sobre todas las cosas estar con Manuel. No obstante, según este había argumentado, tenía cuantiosos deberes que realizar, por lo cual Susana se vió, por segundo viernes consecutivo, sola en casa.

Por gracia del azar o quizás del destino, ese día Susana decidió no quedarse en casa a pesar de la tromba de agua que caía desde el cielo. Armada con un abrigo impermeable con capucha, se dispuso a salir de su edificio.

Nadie por la calle (cuanto mejor, pensaba Susana). Solo el ruidito de las gotas cayendo en su gorro, y las pocas gotas de agua que tenían la "mala" fortuna de caer en la comisura de sus finos labios, eran recogidas por su lengua.

Continuó caminando, parándose a ver escaparates de algunas tiendas de curiosos o extravagantes objetos que llamaban su atención. Así continuó hasta llegar a una tienda la cual la frenó en seco y agitó su corazón.

En aquel escaparate se mostraba un bellísimo traje de boda, blanco e impoluto. Susana se preguntó si algún día ella vestiría uno. Se quitó la idea rápidamente de la cabeza. Soy demasiado joven, se dijo, pero... ¡diablos, todas las parejas se hacen esa pregunta, aunque estuvieran juntos desde hace solo un par de semanas!

Tras unos minutos de contemplar aquel majestuoso traje, continuó avanzando en su periplo húmedo. Pensativa y sumergida en sus asuntos femeninos, no reparó en la dirección que tomaba. Para cuando salió de su ensimismamiento, vió que estaba muy cerca de la casa de Manuel. Se le ocurrió la idea de ir a verle, aunque por otra parte no quería molestarle en su estudio, cuando se concentraba en algo, el chico se aislaba de todo lo demás (cualidad que le había hecho ganarse algunas peleas con Susana). Tras mucho meditar, decidió ir, a expensas de una posible bronca por parte de el, pero de igual modo, las ganas de verle eran mucho mayores que el temor a cualquier regañina que le pudiera echar.

Solo tuvo que entrar en la calle para ver su mundo desmoronado. Manuel, su mejor amigo, su confidente, su amado, su pasión, rodeaba con los brazos a otra que, por ironías del destino, era María, la hermana de Susana.

Cuando sus frentes se tocaron, su alma se hizo pedazos. Cuando sus ojos se miraron fijamente, sus ojos lloraron. Cuando sus labios se rozaron, su corazón fue pinchado. Cual estaca inmovil, permaneció allí, dudando entre ir y darle la mayor bofetada que podía recibir en su vida, o irse.

Optó, tras una lucha interior, a irse de allí, deseando estar lo mas lejos posible de la puerta de aquella maldita casa.

- Se acabó... - Se decía sin parar

Continuó vagando por las calles, hasta quedar sentada en unos escalones, bajo la intensa lluvia. Pesada y fría, ya no transmitía el mismo sentimiento que antes, mas bien parecía querer hundirla en el suelo.

- ¡Susana! - Gritó una voz a lo lejos.

- No.... no.... vete de aquí, lárgate.... estúpido, estúpido... ¡estúpido! - Pensó

Tuvo la intención de levantarse e irse, pero sus piernas no le respondían. Y de todos modos, era tarde, el ya estaba de pié junto a ella.

- Susana, yo...

- No, Manuel, no digas nada. Tan solo... no digas nada.

- Pero

- ¡Que no digas nada joder! - Gritó, poniendose de pié y mirandole fíjamente con sus ojos, liberando de golpe toda la rabia y frustración acumulada.

Susana, la cual para nada era una mujer de debilidad física, no pudo hacer nada cuando Manuel la agarró fuertemente de la muñeca. Si hubiera sido otra persona, si no hubiera visto lo que vió, lo habría molido a palos, pero nunca encontrarás fuerza en un corazón herido.

No obstante, con su puño cerrado y un seco movimiento, le propinó un fuerte puñetazo a Manuel en la cara, provocando un quejido de este, el cual la empujó al suelo, impactando con la cabeza.

Tras quedarse unos segundos contemplándola con cara enfadada, se dió la vuelta tras escupir al lado una saliva teñida de rojo. Y allí, Susana se quedó sola, sintiendo como si toda su cabeza fuera oprimida. Sintiendo su corazón latir fuertemente. Impasible ante el dolor de la caída, su cerebro solo podía tratar de imaginar que era un sueño, que en realidad todo esto era un sueño, que era imposible que ocurriera. Y así, una nueva Susana comenzó su camino de regreso a casa.

Aunque Susana "volvió a nacer" aquel día, y a pesar de que los tres años siguientes estarían cargados de dolor y recochineo por parte de su desgraciada hermana, maduró mucho. Comprendió que nunca sabrás de verdad con quien estás. Tuvo, durante muchos años, miedo de encontrar otro Manuel. Tuvo miedo al conocer a David, pues su temor acrecentaba a medida que su corazón iba sintiendo de nuevo. Tuvo miedo cuando les llegó su primer beso, su primera noche juntos, pues en su mente golpearon los recuerdos de aquel que un día arruinó su existencia. Aunque afortunadamente, David se encargó de sustituir esos miedos, poco a poco, por alegría y amor. Finalmente, muchos años después, pudo vestir con aquel traje blanco que había soñado.

Aún hoy a veces, a sus cuarenta y siete años, recuerda a su hermana y a Manuel. A veces piensa que, aunque no hay que agradecerselo, y no excusa el dolor que ya casi ni recuerda haber pasado, se alegra de que aquello ocurriera. Hizo que comprendiera que clase de hombre era, y como superviviente que se consideraba, pudo aprovechar la situación para madurar y seguir adelante. Y quien sabe, quizás de no haber pasado eso nunca habría terminado con David, porque sin duda, como ella afirmaba siempre, esas experiencias te cambian totalmente, y al no ser la misma, quizás no se hubieran fijado el uno en el otro.

Mientras tanto, María y Manuel continuaron juntos muchos años más. Con crisis como todas las parejas, pero continuaron juntos, haciendo creer a la gente que se amaban profundamente, ya que negarlo sería darle la razón a Susana. Y eso es algo que nunca podrán afrontar, el reconocimiento de haberse equivocado.

A ti, mi querido lector, si has pasado por alguna situación así, no te desanimes. No todas las naranjas del arbol saben igual, ni todas están picadas. Quien sabe, quizás pases veinte años solo/a, o quizás toda tu vida, nadie puede saberlo. Pero si eres un/una persona hecha y derecha, te habrás dado cuenta de que tienes que quererte más. Todos nos sentimos solos, si, es inevitable, pero lo importante es tenerse siempre a ti mism@, pase lo que pase. Y si repito, has vivido esto, y si asocias a María y a Manuel a tus dos sujetos de tu historia y te da cierto rencor el hecho de que ellos se hagan los felices de cara a la galería, descuida. Ni eso va a durar para siempre, ni tu vas a estar sintiendo ese rencor eternamente. Llegará el día en el cual ni lo recordarás, a no ser que seas tu quien quiera recordarlo.

Y el día en que tengas a tu recien nacido en los brazos te darás cuenta de que oh, cuan estúpid@ que has sido al desperdiciar tanto tiempo recordando lo que sufriste, en vez de imaginar como sería el momento que estarás viviendo en ese instante.

Una vez más, cuidaos mucho y sed felices. ¡Adios!

PD: Perdón por el tópico de argumento, ya sabeis que detesto usar tópicos, pero este me ha gustado.



domingo, 2 de enero de 2011

Fantasie Impromptu


Fantasie Impromptu

Un fuerte viento soplaba en la playa, un viento cambiante. Arrastraba pequeños granitos de arena, de diferente grosor y colores. A lo lejos podía observarse a una mujer, vestida con un largo traje blanco, cuyos rizados y oscuros cabellos ondeaban al son del viento. Era de piel quizás excesívamente pálida, de labios carnosos y rojos. Su nariz era pequeña, de lejos incluso parecería carecer de ella. Pero lo que mas resaltaba de su rostro, sin duda, eran sus ojos. De un azul claro, pero apasionado, aquellos preciosos ojos habían contemplado una infinidad de situaciones. Una impulsiva niñez, una despreocupada adolescencia, acompañada de toda una amalgama de sentimientos nuevos, para proseguir con una ya mas sosegada madurez.

A sus treinta y dos años, Lucy Lest había experimentado todo lo que una mujer de su edad podría desear. Pero su corazón se acababa de enfrentar a un sufrimiento sin igual, la pérdida del ser amado.

Charles Lest, todo un fornido caballero, rompedor de cualquier tópico de la época, había sido un hombre maravilloso. Dirigía un pequeño negocio, un mercado. Vendía frutas y hortalizas, importaba y exportaba productos del extranjero y de su propia cosecha. Cuando llegaba agotado del trabajo, se dedicaba enteramente a su esposa y al piano.

Cuando ponía sus manos sobre el, Lucy se sentía transportada a otros lugares, algunos reales y otros ficticios, pero todos maravillosos. Charles, a pesar de no haber recibido una enseñanza profunda, desarrolló una habilidad a la altura de los mejores. Mientras tocaba, Lucy le miraba fíja y cariñosamente, curiosa de conocer los pensamientos de su amado mientras sus dedos se movían.

Cuando este terminaba, ambos permanecían un buen rato mirandose, sonrientes. Luego Charles se levantaba y hacía un gesto, después de una reverencia, para que Lucy le diese la mano, besándola cuando lo hacía. Léntamente la guiaba hasta la habitación, donde con semejante velocidad le hacía el amor, para después salir ambos, desnudos, a la terraza de su casa, a la afueras de la ciudad, donde todo el bullicio y prisas quedaban sustituidos por cantos de pájaros, frondosos arboles y el sonido del viento. Pero todo aquello había cambiado.

Charles murió en un incendio ocurrido en su tienda. Extraño, sin duda, ya que en su oficio no utilizaba ningun tipo de fuego. Quizás fuera algun tipo de venganza, celos de alguien, pero... ¿Importaba eso ahora?

Se fueron sus abrazos, su dedicación, su amor. Lucy jamás volvería a ser transportada a diversos y mundos bellos gracias al piano. Ahora su corazón estaba lleno de pegajosa y oscura tinta, que parecía impedir que latiese. Sus bellos ojos, que en otro momento hubieran contemplado orgullosos la esbelta figura de su marido, ahora se encontraban secos, incapaces de derramar una sola lágrima más.

La playa solitaria parecía acompañar su sufrimiento, y eso conseguía apaciguarla un poco. Tan solo vió como pasó un hombre alto y pelirrojo por detrás, mirándola fíjamente, aunque ella hizo caso omiso.

Quedó pensativa, con los ojos cerrados durante largo tiempo, hasta que sus labios lograron articular.

- Amor mio, ¿Que he de hacer?

Suspiró, pues sabía que ni siquiera el agitado viento le traería respuesta. Con la cabeza agachada, dió la vuelta y comenzó el camino a casa.

Al llegar, abrió las puertas léntamente, observando la oscura casa, e iluminándola mientras avanzaba.

Tras recorrer todas las habitaciones y siendo invadida por felices recuerdos, llegó al enorme salón, donde se encontraba el piano. El instrumento tenía la tapa abierta, mostrando sus impolutas teclas a Lucy, quien siendo invadida por un extraño sentimiento, se sentó y puso sus manos sobre las teclas.

La primera nota que tocó le recordó el día en el que ambos se conocieron, en el cual incluso discutieron. Después tocó una nota mas grave, que trajo a su mente los momentos de su hijo perdido antes de nacer. Al tocar una nota aguda, sintió un escalofrío, recordando sus miradas.

Y así, una detrás de otra, las notas se convirtieron en melodías. Algunas producto de la mente de Charles, otras de su propio corazón. Mientras sus ojos lloraban todo el pesar de su corazón, comprendió la verdad de las melodías que su marido tocaba.

Todas eran sosegadas, pero a la vez pasionales, porque todas las tocaba pensando en ella. Sintió la verdad golpear su mente.

- Así que el piano no es más que un espejo de los sentimientos. - Se dijo a si misma, murmurando despues el nombre de su amado.

En aquel instante, se llenó de determinación. Juró que no solo no se olvidaría de su marido, sino que lo daría a conocer al mundo, mediante su música. Y así, Lucy Lest se sumergió en el mundo de la música, donde fué aclamada por todos aquellos que la escuchaban. Sus notas se decía que llenaban el corazón de felicidad y tristeza al mismo tiempo. Transportaban a lugares exóticos y utópicos, a la par que algunas melodías te llevaban a mundos oscuros y derruidos. Así fué como Lucy logró dar a conocer su corazón y el de Charles al mundo, compartiendo alegría y dolor, con todo aquel que quisiera escucharla.

Y en su interior, aunque nunca nada pudo aliviar el dolor de su pérdida, la llenó una enorme felicidad al compartir sus sentimientos. Continuó aliviando los pesares de la gente con el piano de su marido, hasta que una noche, en su casa, su arrugada y cansada cabeza cayó sobre el teclado, emitiendo sus últimas notas, antes de que sus fuerzas le fueran arrancadas, y su alma rasgada de su cuerpo, para reunirse una vez más con su amado, que esperaba sentado, tocando el piano.

lunes, 1 de febrero de 2010

Poesía para un lejano fantasma

Y para cuando en un futuro te haya de encontrar.
Para cuando álce mi mano al cielo, y encuentre la tuya allí.
Mano que tanto he deseado encontrar, que tando miedo me da hallar.
¿Es tu corazón verdaderamente para mí?.

No pretendo utilizarte para superar obstáculos, pues los problemas han de solucionarse solos.
No llegarás por necesidad, aunque un hueco sin duda llenarás.
El hueco que, fuere por como fuere, nadie pudo ocupar.

No se que deparará el futuro, no se si llegarás.
Quizas pronto, quizás tarde, solo queda esperar.
Puede que mañana, puede que en un año, ¿quien sabrá?.

He de vencer al miedo.
He de vencer al dolor.
Nada podrá evitar hacerme sentir tu sonrisa y tu calor.

¿Donde esperas?
¿Quizás en aquel lugar, ondeando tus cabellos al viento?
¿Me encontrarás?
Habremos de dejárselo al tiempo.

El tiempo, dulce tiempo...

_______________________________________________________

Si, bueno, hoy me dió la vena Solitario/poética, necesitaba escribir. Y lo sé, lo mio es la prosa, pero bueno, es lo que hay.

Pero tranquil@s, ¡volveré a la cordura! xD

domingo, 31 de enero de 2010

Desbarre Mental 1º (Amor)

Hoy voy a hablar de un "cancer" que estoy viendo últimamente en el mundo. Párate a pensar un momento y respóndete a ti mism@... ¿Realmente tengo tal necesidad de sentirme querid@ que me da igual con quien me junto?. Pensadlo, pensad en vuestras vidas, en vuestros amigos, en cuantas veces os han dicho "No puedo soportar la soledad, quiero buscar mi alma gemela". ¿Realmente existe esa necesidad imperiosa de sentirse querid@?, ¿realmente es TAN necesaria?

Creo, por lo que he vivido y por lo que veo (ya que yo fuí así una vez), veo que la gente cree o piensa que ese supuesto amor le va a solucionar la vida, o que todo en este mundo gira en torno a ello, pero yo sé que no, sé que se puede vivir bien en soledad. No negaré que a veces se sienten los achaques de "joe, me siento solo", pero luego piensas en como sería tener una relación y bueno, en mi caso me da una pereza impresionante, en otr@s, les entra añoranza o ilusión.

El problema de esto es que luego te juntas con una persona totalmente inadecuada, que no te merece, o que incluso puede que sea dañina para tu estabilidad psicológica, aunque cabe la posibilidad de que estes con el/ella impulsad@ por una gran falta de autoestima.

Mi consejo es que sepais vivir, el amor no es ningún rollo de principes y princesas, no existen las medias naranjas/almas gemelas ni todo ese rollo, pero el amor en sí si existe, de un modo nuevo y diferente con cada tipo de persona. Vivid vuestra vida sin necesidad de nadie, sentíos complet@s y fuertes, aunque a veces la fuerza os abandone. Puede que el amor os llegue, o puede que no, pero que siempre podáis decir "He vivido plenamente sin la necesidad de que nadie me salve". Despues de todo, el mayor y único gran tesoro que tendréis jamás, es a vosotr@s mism@s