domingo, 2 de enero de 2011

Fantasie Impromptu


Fantasie Impromptu

Un fuerte viento soplaba en la playa, un viento cambiante. Arrastraba pequeños granitos de arena, de diferente grosor y colores. A lo lejos podía observarse a una mujer, vestida con un largo traje blanco, cuyos rizados y oscuros cabellos ondeaban al son del viento. Era de piel quizás excesívamente pálida, de labios carnosos y rojos. Su nariz era pequeña, de lejos incluso parecería carecer de ella. Pero lo que mas resaltaba de su rostro, sin duda, eran sus ojos. De un azul claro, pero apasionado, aquellos preciosos ojos habían contemplado una infinidad de situaciones. Una impulsiva niñez, una despreocupada adolescencia, acompañada de toda una amalgama de sentimientos nuevos, para proseguir con una ya mas sosegada madurez.

A sus treinta y dos años, Lucy Lest había experimentado todo lo que una mujer de su edad podría desear. Pero su corazón se acababa de enfrentar a un sufrimiento sin igual, la pérdida del ser amado.

Charles Lest, todo un fornido caballero, rompedor de cualquier tópico de la época, había sido un hombre maravilloso. Dirigía un pequeño negocio, un mercado. Vendía frutas y hortalizas, importaba y exportaba productos del extranjero y de su propia cosecha. Cuando llegaba agotado del trabajo, se dedicaba enteramente a su esposa y al piano.

Cuando ponía sus manos sobre el, Lucy se sentía transportada a otros lugares, algunos reales y otros ficticios, pero todos maravillosos. Charles, a pesar de no haber recibido una enseñanza profunda, desarrolló una habilidad a la altura de los mejores. Mientras tocaba, Lucy le miraba fíja y cariñosamente, curiosa de conocer los pensamientos de su amado mientras sus dedos se movían.

Cuando este terminaba, ambos permanecían un buen rato mirandose, sonrientes. Luego Charles se levantaba y hacía un gesto, después de una reverencia, para que Lucy le diese la mano, besándola cuando lo hacía. Léntamente la guiaba hasta la habitación, donde con semejante velocidad le hacía el amor, para después salir ambos, desnudos, a la terraza de su casa, a la afueras de la ciudad, donde todo el bullicio y prisas quedaban sustituidos por cantos de pájaros, frondosos arboles y el sonido del viento. Pero todo aquello había cambiado.

Charles murió en un incendio ocurrido en su tienda. Extraño, sin duda, ya que en su oficio no utilizaba ningun tipo de fuego. Quizás fuera algun tipo de venganza, celos de alguien, pero... ¿Importaba eso ahora?

Se fueron sus abrazos, su dedicación, su amor. Lucy jamás volvería a ser transportada a diversos y mundos bellos gracias al piano. Ahora su corazón estaba lleno de pegajosa y oscura tinta, que parecía impedir que latiese. Sus bellos ojos, que en otro momento hubieran contemplado orgullosos la esbelta figura de su marido, ahora se encontraban secos, incapaces de derramar una sola lágrima más.

La playa solitaria parecía acompañar su sufrimiento, y eso conseguía apaciguarla un poco. Tan solo vió como pasó un hombre alto y pelirrojo por detrás, mirándola fíjamente, aunque ella hizo caso omiso.

Quedó pensativa, con los ojos cerrados durante largo tiempo, hasta que sus labios lograron articular.

- Amor mio, ¿Que he de hacer?

Suspiró, pues sabía que ni siquiera el agitado viento le traería respuesta. Con la cabeza agachada, dió la vuelta y comenzó el camino a casa.

Al llegar, abrió las puertas léntamente, observando la oscura casa, e iluminándola mientras avanzaba.

Tras recorrer todas las habitaciones y siendo invadida por felices recuerdos, llegó al enorme salón, donde se encontraba el piano. El instrumento tenía la tapa abierta, mostrando sus impolutas teclas a Lucy, quien siendo invadida por un extraño sentimiento, se sentó y puso sus manos sobre las teclas.

La primera nota que tocó le recordó el día en el que ambos se conocieron, en el cual incluso discutieron. Después tocó una nota mas grave, que trajo a su mente los momentos de su hijo perdido antes de nacer. Al tocar una nota aguda, sintió un escalofrío, recordando sus miradas.

Y así, una detrás de otra, las notas se convirtieron en melodías. Algunas producto de la mente de Charles, otras de su propio corazón. Mientras sus ojos lloraban todo el pesar de su corazón, comprendió la verdad de las melodías que su marido tocaba.

Todas eran sosegadas, pero a la vez pasionales, porque todas las tocaba pensando en ella. Sintió la verdad golpear su mente.

- Así que el piano no es más que un espejo de los sentimientos. - Se dijo a si misma, murmurando despues el nombre de su amado.

En aquel instante, se llenó de determinación. Juró que no solo no se olvidaría de su marido, sino que lo daría a conocer al mundo, mediante su música. Y así, Lucy Lest se sumergió en el mundo de la música, donde fué aclamada por todos aquellos que la escuchaban. Sus notas se decía que llenaban el corazón de felicidad y tristeza al mismo tiempo. Transportaban a lugares exóticos y utópicos, a la par que algunas melodías te llevaban a mundos oscuros y derruidos. Así fué como Lucy logró dar a conocer su corazón y el de Charles al mundo, compartiendo alegría y dolor, con todo aquel que quisiera escucharla.

Y en su interior, aunque nunca nada pudo aliviar el dolor de su pérdida, la llenó una enorme felicidad al compartir sus sentimientos. Continuó aliviando los pesares de la gente con el piano de su marido, hasta que una noche, en su casa, su arrugada y cansada cabeza cayó sobre el teclado, emitiendo sus últimas notas, antes de que sus fuerzas le fueran arrancadas, y su alma rasgada de su cuerpo, para reunirse una vez más con su amado, que esperaba sentado, tocando el piano.

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